miércoles, 18 de febrero de 2015

La división: un cóctel que se toma frío

Hoy vuelvo a tomar la palabra, pero no para hablar de amores perdidos ni de sueños románticos. O quizás esto último sí... En concreto, hoy me pongo a escribir por indignación, porque he despertado nuevamente en mi ámbito social. Y este despertar lo debo a las inequidades que observo en mi día a día, a la desigualdad y crítica libertina que se desborda por los medios de comunicación y las redes sociales.
Hoy recuerdo cual es uno de mis sueños más románticos: la igualdad social, el desarrollo y la integración nacional.
Días como el de hoy, en que ciertos movimientos sociales generan un temblor en la rutina es que se puede observar uno de los hechos más tóxicos que está viviendo nuestra querida Argentina: la división. Y no solamente la clásica división económica de las clases sociales que ya daban que hablar en el siglo XVIII y XIX. Sino que una división política que está engangrenamiento nuestra sociedad, separando a oficialista de los opositores. Creando una etiqueta insultante con una banda partidaria. Y eso es lo más triste. Acaso ¿tanto importa? ¿Desde cuando es más importante el lado en el que estás de la libertad de poder estar de un lado?
La sociedad ha olvidado que quería decir "democracia". Ahora ya no importa tener la posibilidad de elegir, sino que la elección, sea cual sea, puede ser tu suerte o tu desgracia. Y me parece que estamos olvidando de esta manera uno de las características más importantes como seres racionales: y es poder razonar.
Me parece que la libertad de expresión, uno de los logros más importantes de nuestra amada democracia, no es tan sólo un derecho sino también una responsabilidad. Cuando nos ponemos a decir lo que pensamos (recurriendo a una frase trillada) debemos pensar lo que decimos. Porque denigrar al otro, desvalorizar su opinión, no nos hace ni más inteligentes ni nos asegura nuestra verdad como única. No estar de acuerdo con el otro no implica querer convencerlo de cambiar de opinión. Si alguien tiene una visión distinta es tan libre de transmitirla como cada uno de todos nosotros. Si esa expresión no pone en peligro la vida humana, ¿por qué limitarla?
No se es más inteligente por despreciar las ideas ajenas, sino por saber escucharlas y evaluarlas con fundamentos. La crítica constructiva es la que nos permite avanzar. Pero hoy sólo veo críticas destructivas, humillantes y deshonrosas.
Creo, fervientemente, que la posibilidad de avanzar como sociedad es un trabajo arduo y que se hace en conjunto, desde la auto-gestión y la colaboración humana. Pero eso no parece estar en los planes de quienes mueven los hilos del país hoy por hoy, lo que veo es un banquete que está servido para generar más desigualdad, menos consciencia social y una herramienta para el beneficio de pocos afortunados.
Es así que mientras nosotros nos desvalorizamos unos a otros, hay quienes brindan con champagne esta noche festejando su victoria.