sábado, 29 de agosto de 2009

Un candombe en la cabeza

Estoy sentada en la oscuridad de mi habitación, con la radiación de la computadora quemándome los ojos adormecidos. Me desperté hace instantes por una sensación a punzante en la garganta. No sé por qué, ni si tiene realmente una razón de ser ese dolor en mi yugular, pero fue tan intenso como para hacerme abrir los párpados cansados y sacarme de mi cama.
Abrí las vías comunes de comunicación pensando que quizás, lejano y tardío quizás, algo era lo que motivaba esa sensación. Esos sucesos que pasan a pesar de nosotros que, aún así, pueden afectarnos para darse a conocer (y mientras escribo estas palabras, vuelvo a sentirlo). Y lo peor de todo esto es que temo por vos. Porque te haya sucedido algo y yo lo sintiera (como ya ha pasado en otra ocasión). Estúpidamente busco alguna señal de algo que probablemente no exista; pienso que aún me necesitas...
Qué sé yo. Últimamente pienso muchas tonterías.

lunes, 24 de agosto de 2009

-... .- ... - .-

«Basta. No me mires con esa cara, sabes a la perfección que esto terminó acá. No, no te gastes en buscarle respuestas a las preguntas que ya no quiero hacerte. ¿Para qué? Si seguro la mitad de tus palabras fueron mentiras, ¿por qué habría de creerte ahora? No. Esto se acabó, mi vida. No quiero seguir sentada mirando como pasas por la vereda de enfrente. No quiero buscar tu rostro en la calle. No quiero escuchar tu voz lejana en el viento. Basta. Me hartaste. Ya no busco el amor escondido detrás del dolor. Basta de esperanzas destructivas, basta de migajas de cariño, basta de ilusiones enloquecedoras. Basta de sufrimiento, de insomnio, de pesadillas, de sudor y lágrimas. Me cansé. Ha sucedido lo imposible: mi paciencia se agotó. ¿Qué "y ahora qué"? No lo sé, mi amor. Haz lo que se te plazca, busca a quién quieras, yo ya no estaré más esperando a la vuelta de la esquina. Y así será, aunque no lo creas.»

miércoles, 19 de agosto de 2009

Frágil

Cada noche sigue amaneciendo, encontrándome encerrada entre las sombras de mis sueños. Aquellos que me dan la libertad de hacer y decir sin restricciones; la misma libertad que me acosa hasta el punto en que mi inconsciente se resiste a recordar.
Es en mis sueños que te veo y te digo todo lo que quisiera y siempre callo. Es en mis sueños cuando puedo hacer cosas como si no me importara el mañana. Cuando puedo mirarte a los ojos y dejar que mis piernas tiemblen ante tu impresionante poder de hacerme estremecer. En mis sueños aún recuerdo el calor y la protección que me daba tu compañía por las noches.
Pero son esos mismos sueños las cadenas a este estado inerte que no me deja respirar. Son sueños también los que me recuerdan que ya no tengo derecho alguno sobre tus labios. Sueños en que te vas sin ningún reparo dejándome desamparada en la oscuridad. Sueños a los que hoy les tengo miedo.
Sueños por los cuales paso las noches en vilo con tal de no soñarlos.

lunes, 10 de agosto de 2009

Poder, podríamos...

Podríamos sentarnos a leernos uno al otro por largo tiempo, cada uno con su estilo particular. Podríamos ponernos frente a frente buscando encontrar pasajes de nuestros cuerpos desconocidos hasta el momento. Podrías mirarme a los ojos para desnudar mi alma sin ningún esfuerzo, y yo podría buscar en tu boca esas puertas al paraíso que mantienes ocultas.
Hemos podido y podríamos hacer muchas cosas. Hemos dado vueltas por las palabras para encontrarles significados que saltan a la vista. Podrías mentirme una y otra vez, como lo has hecho otros días. Podría decirte las verdades que jamás pudiste hacerme confesar.
Por último, podríamos ver el camino que fuimos dejando atrás a cada instante, con cada beso y cada pelea. Con cada huida y cada vuelta. Podríamos pararnos un segundo y mirar como el tiempo nos alejó de aquellos dos jóvenes que una vez se conocieron.
Pero bien se sabe que mirar atrás sólo nos demora, y seguir caminando es la única salida que queda. Yo podría intentar convencerte de que vengas conmigo utilizando mil argumentos sofistas, pero elijo seguir caminando, la decisión de acompañarme es sólo tuya.

sábado, 8 de agosto de 2009

La distancia

Dije adiós, nos vemos en unos días Buenos Aires, mientras el micro salía de la terminal. Miré el cielo seminublado, y con un suspiro me recosté en el asiento. Hacía mucho que no veía el paisaje que se abría ante mis ojos: campo, extensiones de siembra y ganado que pastaban tranquilamente bajo el sol. Intentaba no pensar. Intenté escapar, huir lejos de tu recuerdo. Pero a cada kilómetro que me alejaba de la ciudad, tu sombra aumentaba, cubriéndome como nubes de tormenta que amenazaban con llorar.
Por un instante creí que la distancia aplacaría mis pensamientos, que los campos se interpondrían entre vos y yo, dejándome romper con esas cadenas de las cuales tiro constantemente, queriendo ser libre a ese deseo, a esas ansias por verte a cada instante. Pero no lo logré. Mientras más lejos me encontraba, mi mente me torturaba cada vez más. Recuerdos. Dolorosos recuerdos, que me aprisionaban. Ya no sé que más hacer. Ya estoy inevitablemente perdida. Quisiera que alguien tomara mi mano y me guiara en la dirección correcta.
Hace dos años que me perdí en tus ojos. Hace dos años que quiero escapar.
Supongo, que dadas las cosas, no me queda otra que seguir intentando.