No más cuentos de hadas

De chicas nos prometieron vestidos de gala y bailes con príncipes hasta el amanecer. Canciones y compañeros de aventuras que cuidarían nuestras espaldas ante el peligro. Nos prometieron un montón de sueños y finales felices sin advertirnos de la cruel realidad... Que los vestidos de gala no son apropiados para viajar en subte o colectivos, que los príncipes azules destiñen y que los peligrosos monstruos que nos persiguen no se pueden enfrentar con espadas ya que viven en nuestro propio interior. 

No, no me di cuenta de esto recién, seria demasiado naïf en ese caso, pero una siempre guarda las esperanzas de que alguna de esas blancas mentiras se vuelvan realidad. Porque sería más sencillo que algo de todo lo que nos ocurre en la vida se solucionará como por arte de magia. Porque a veces el peso de las responsabilidades cotidianas nos empuja, nos aplasta y necesitamos algo que nos de un respiro. Porque, en ocasiones, simplemente pareciera que solos no podemos.

Pero, créeme cuando te digo, que nadie es más poderoso que vos. Cada uno tiene el poder de tomar sus propias decisiones en la vida. De acercarse a lo que le hace bien y alejarse de lo que le hace mal. Aunque haya obstáculos en el camino que uno deba atravesar, si damos todo de nosotros mismos en algún momento los podremos sortear. Cuesta, seguro, pero los resultados son nuestros y poder llegar a un momento en tu vida donde mires para atrás y puedas sentirte tranquila de que no arrepentirte de lo vivido, es una de las mejores sensaciones en la vida. Te lo aseguro.

El tiempo sólo conoce una dirección

Pasa el tiempo, no goteando poco a poco, sino corriendo cual río hacia el mar. Pero no es el mar el final del recorrido del tiempo. No somos nosotros siquiera el final de ese camino y es, quizás, por eso que sentimos el grosero peso del tiempo en nuestros hombros, porque no lo afectamos ni lo movemos, sino que nos arrastra en su corriente continua y nos lleva por todos lados.

Y en el camino nos encontramos con otros seres que son arrastrados, que, al igual que nosotros, no pueden escapar a la inevitabilidad del tiempo. Con algunos compartimos parte del trayecto y con ello anécdotas, risas, llantos, miedos y placeres. Con otros quizás solamente un par de cosas menos... Son todas esas experiencias, esos encuentros, los que nos moldean como hace el agua con un acantilado, solo que nosotros somos la roca que el tiempo corroe y nos da forma.

Y este camino lo recorremos todos, mal que mal, en la misma dimensión o en otras paralelas, pero lo cierto es que el tiempo pasa, nos lleva, nos forma y nos empuja a que sigamos hacia adelante, porque como cualquier río, no hay forma de que vuelva atrás.

Fotografías en blanco y negro

Es raro, ¿sabes? Volver a un lugar que creías olvidado, que lo considerabas un recuerdo mal recordado. No porque fuese malo o doloroso, sino porque pareciera ser parte de otra vida. Una vida muy lejana, que ya forma parte de los libros de historia.

Lo cierto es que hay lugares donde aún uno puede reconocerse, ver su reflejo algo borroso como en un espejo viejo y olvidado, o en un charco de lluvia. Son espacios donde uno puede abstraerse de lo físico y externo y reconocer esos pequeños detalles que nos hacen quienes somos, que nos muestran nuestra esencia, nuestra razón de ser.

Esos lugares son los refugios de nuestras almas, los tesoros mejores cuidados por el secreto de nuestra mirada. 

Esos lugares son espacios como estos, páginas eternas de palabras y sentimientos, lugares eternos donde nos desnudamos ante los ojos del mundo entero sin miedo, mostrando lo que tenemos para ofrecer... Sólo dejándonos llevar por nuestra mente y nuestro ser. 

A veces, aunque sea raro, es reconfortante saber que uno siempre puede volver.