lunes, 29 de diciembre de 2014

Fechas inolvidables

Soy pésima para recordar nombres, pero peor soy para las fechas.

Sin embargo, hay algunas fechas que no se me escapan tan fácilmente. Y dos en especial que se me tatuaron en la retina...
Una fue el día que estuve en sus brazos por primera vez: 21-04-2012
La otra es el día de hoy, su cumpleaños.
Y por las vueltas caprichosas del destino, me toca acordarme de él a lo lejos, porque como era obvio: no, no me olvidé de que hoy sea su cumpleaños... Sólo permanecí lejos de él, como él lo quiso.
Y desde lejos le digo: Feliz cumpleaños. Arrojando un beso al viento que, tal vez, logre llegar a sus labios en lugar de perderse en el cielo.

martes, 16 de diciembre de 2014

Las pruebas nunca fallan

Algún día iba a pasar, iba a conocer a otra persona e iba a intentarlo nuevamente.
Finalmente fue más temprano que tarde, y lo comprobé, aunque toque otras pieles no encontré forma de borrar tus marcas en mi piel.
En una ocasión me sentí extraña, usurpada aunque yo misma había accedido. Sentí a mi piel diciéndome a gritos que eso no era lo que quería. Y me arrepentí. Me arrepentí de ser tan ilusa e ingenua al pensar de que yo misma podría obligarme a tocar a otro. 
Luego, en una gira de alcohol y rock 'n roll, cuando ya no tenía poder sobre mí misma, otra piel me llamó la atención, una más similar a la mía que la anterior. Y en esa otra ocasión, debo admitir que la química funcionó. O al menos eso recuerdo. Sin embargo, con el paso de las horas, de los días, nuevamente me sentí vacía en mi interior. Algo no había funcionado, esa química no fue más que un espasmo momentáneo y febril, tan frágil que el viento con su brisa más suave logró borrarla de mi vida, sin más.
Tendré que hacerme a la idea de que tus caricias dejaron tatuajes en mi piel, y allí estarán siempre, parte de mi, parte de mi ser.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Caer y levantarse

Volví a caer una vez más, mordí el anzuelo de tu recuerdo y mi fragilidad se expuso con todo descaro.
¿Cuánto más me costará levantarme nuevamente para no estar pensando en vos únicamente?
Tu presencia invadió todo mi mundo, sin verte te sentí ahí. O yo quería ilusionarme que estabas ahí fijándote en mí.
Qué ilusa, qué tonta fui y qué tonta soy. No pude aún romper ese cordel y nadar libre lejos de vos. Y así es que me encuentro, otra vez, de cara al suelo.
Ahora tengo que encontrar la manera de seguir adelante dejando tu recuerdo oculto en lo más profundo de mi ser. Tengo que encontrar la manera de poder seguir sin ti, de poder volver a volar libre en el viento.
Tengo que encontrar la manera de volver a ser yo misma la dueña de mis sueños, de mis ilusiones y de mi mente.
Tengo que encontrar la manera de levantarme, sólo así, algún día tendrá significado el volverte a ver.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Sin mirar atrás



El silencio se interponía entre los dos como una espesa cortina de niebla. Ambos miraban para el suelo, sin animarse a levantar sus caras. Él la espiaba con la mirada gacha, viendo sus manos apoyadas sobre el piso, y se sorprendió al ver pequeñas gotas que caían entre ellas desde su rostro.
Levantó su mirada de a poco, buscando todo símbolo de dolor en su cuerpo, pero nada denotaba esas lágrimas que caían de sus ojos, salvo el leve choque que hacían al caer contra el suelo.
-Perdón...- se escuchó decir, sin mucha convicción.
-¿Perdón? No tienes nada por qué pedirme perdón.- Tampoco su voz daba indicios de dolor, ¿acaso estaba imaginando esas lágrimas que seguían cayendo contra el piso? No resistió el impulso y se colocó frente a ella, tomó sus manos y la obligó a mirarlo. Otra sorpresa se apoderó de su rostro al ver que el dolor tampoco se reflejaba en su boca, que seguía tan sonriente como siempre, ni en su frente, que no mostraba arruga alguna de angustia... Sin embargo, sus ojos continuaban bajos. Le tomó la cara por el mentón y lentamente hizo que levantara la mirada. Lo que vio no lo sorprendió, allí estaba el dolor, oculto tras un muro traslúcido, pero impenetrable.
-Perdóname, yo te hice todo esto.- Se escuchó decir otra vez.
-Ya te lo dije, no tienes que pedirme perdón. Ya no hay más nada que hacer.- Le respondió ella, manteniendole la mirada.
-Eso es verdad, ya no hay más nada que hacer. No llores, por favor no llores. No me gusta verte llorar.
-No puedo evitarlo. Algo ha muerto hoy. Darme cuenta que me mentiste, que me engañaste sin razón... Eso me duele muchísimo. No hacía falta, ninguna de todas las mentiras que me dijiste hacían falta. Me hiciste llegar hasta aquí bajo engaños guiados por tu propio egoísmo. No fuiste capaz de dejarme elegir si yo quería tomar este camino. Es duro, ¿sabes? Darte cuenta que el hombre al que amas te ha engañado. Y no me refiero a la infidelidad, sino al engaño propiamente dicho.
-Perdón...- Y se escuchó repitiéndolo en su propia cabeza una y otra vez, pero un nudo en la garganta le había cortado el habla.
-No, lo siento. Pero no me pidas perdón, de nada sirve. Si realmente necesitas mi perdón, no puedo dártelo, no de esta manera. La mentira es lo peor que pudiste haberme hecho.
-Lo sé, perdón, perdón...- Y esta vez vio sus propias lágrimas cayendo en el suelo.
-El perdón no es algo que se pide, se gana. Pero ya no queda más tiempo para seguir intentando. No llores, mi amor.- Sintió su mano cálida limpiando las lágrimas de sus mejillas. Volvió a buscar sus ojos y allí estaban, llenos de dolor y amor entrelazados en un abrazo inseparable. Sabía el daño que le había hecho, sabía que ella no lo perdonaría. Había cometido un error, y ya no podría volver a remediarlo. Ella no lo dejaría. Ella se iría para siempre de allí, llevándose su amor lejos de él.
-Debo irme...- Dijo, cada vez con menos convicción.
-No, soy yo la que se va. Y aunque duela, este amor siempre vivirá conmigo. Mi corazón siempre será tuyo. Porque, aunque me hayas mentido, siempre tendré la esperanza de que un día, si esta vida es justa, nos de otra oportunidad. Pero hasta entonces, me iré, y me llevaré mi amor conmigo, para que no puedas hacerle daño. Es demasiado bello lo que siento por vos para que se transforme en algo malo...
Le dio un último beso, suave, sincero. Y se fue, sin volver a mirar atrás ni una sola vez.

martes, 2 de diciembre de 2014

Aquello que llaman amor

Y a pesar de que mis palabras suenan tristes, que mi mirada muestra una tormenta interior, tengo que admitir, detesto admitir, que es su sonrisa la que me ilumina de vez en cuando el rostro, cuando la muy picara aparece en algún recuerdo que creía olvidado.
El duelo se me está prolongando más de lo que quisiera, aunque salgo, aunque haga cosas para distraerme, la verdad es que como una flecha se atraviesa por mi mente su voz, sus caricias, sus besos. Y ahí una sonrisa fugaz se me escapa de los labios e ilumina mi rostro.
En esos momentos me doy cuenta del hermoso hombre que tuve a mi lado, más allá del dolor que me dejó, su recuerdo logra arrancarme momentos felices a través del tiempo y del espacio.
Es que no les puedo explicar, no tengo palabras que describan el sentimiento que me embargaba al estar entre sus brazos, al charlar por whatapp, al verlo caminar hacia mí. Es que toda esa alegría ha sido tanta que tengo una cuenta corriente con mucho saldo a favor acumulado. No sé cómo lo hizo, pero logró que, cuando estoy triste, su recuerdo me anime. Y es que su brillo tapa el de cualquier estrella y hasta el mismo sol.
Ese hombre, por todos los dioses, es lo mejor que me pasó en la vida. Ese hombre me ayudó a recordar lo que es el amor.

Palabras sordas

Si, quisiera poder hacerlo.
Quisiera poder olvidar con tan sólo cerrar los ojos. Pero me resulta tan difícil, que me siento cansada de intentarlo. No he logrado borrarte de mis sueños, siento que me falta una parte importante de mi ser teniéndote tan lejos.
He intentado dejar de pensarte, pero cada mañana, cada día y cada noche tu recuerdo aparece como si estuviese tatuado en el interior de mi párpado.
Me despierto y allí me gustaría encontrarte, junto a mí. Suena una canción en mis auriculares, saco una foto, pienso una frase y todo me lleva a querer compartirlo con vos. Me acuesto y solo puedo pensar en que estés durmiendo bien.
¿Cómo hacer? ¿qué podría hacer para no extrañarte tanto? Lo intento, juro que lo intento, sin embargo no logro olvidarte, no logro pasar un sólo día sin pensar en vos.
El tiempo se ha vuelvo algo absurdo, el día y la noche se suceden sin marcar límite alguno; ¿de qué me ha valido darte la razón y permitirme enamorarme nuevamente, si ahora no puedo disfrutar de ello?
He perdido la partida. He perdido mi corazón que se ha quedado para siempre contigo.