lunes, 25 de julio de 2011

Más allá del horizonte

La luz iba muriendo a medida que las agujas del reloj marcaban el ritmo. Había estado esperando sentado allí durante varias horas, mirando el desangrar del día acompañar su vigilia.
Cuando el último rayo del sol se escondió tras la línea del horizonte, el café se había enfriado sobre la mesa del bar y un sudor frío le copaba la frente. Su mirada buscó por las esquinas, pero no había rastro de ella.
Su espera se volvió más larga de lo que se había jurado. El deseo por volverla a ver se arraigó en su mente con fuerza y no lo dejaba moverse hasta que alguna señal definitiva demostrara que ella no llegaría.
¿Qué la habría retrasado? ¿Acaso realmente no quería volver a verlo? Las dudas comenzaron a carcomerle las entrañas y la desesperación le hacía brillar los ojos cansados.
El bar cerró. Cuando lo quisieron sacar, se agarró a trompadas con los dueños del lugar. Quedó tirado en la calle, mirando siempre hacia la esquina, esperando verla aparecer. Así lo encontró el día, con sus penas a flor de piel, el sabor del fracaso en su boca y el esqueleto de la esperanza tirado junto a sus pies.
El rencor comenzaba a esparcirse por sus venas. El amor transformándose en odio. La obsesión trasmutada en locura. Toda una construcción imaginaria entorno a esa mujer que no lo quería volver a ver. Tirado en la calle, mostrando sus miserias su alma perdió fortaleza, se volvió su propio verdugo, se convirtió en la misma nada.

miércoles, 6 de julio de 2011

El agua bajo el puente

Ya va a ser 1 año. Es mucho o poco tiempo depende de dónde se mire, ¿no? La verdad que a mi me parece una eternidad que ha empezado ayer.
En otras ocasiones me desesperaría ante tal paso del tiempo, pero no es el caso. Hoy me siento más tranquila, más centrada y decidida de las decisiones que tomé. Hoy me alegro y enorgullezco de haber llegado a un año de no arrepentirme a cada instante de haberme levantado e ido sin más. Porque me sorprende a mi misma, tanto como aquel día aún, que haya podido soportar el no tenerte al lado, el no verte, el no hablar con vos cuando el mundo parecía caerse sobre mí. Y me hiciste mucha falta durante todo este año, lloré demasiadas noches por la frustración del anhelo de verte en alguna esquina. Me sentí desdichada y muchas veces casi tiré abajo todo el muro que decidí levantar doce meses atrás. Por fin entendí cómo era encadenarse para no llamar, para no ir corriendo a buscarte. Principalmente porque sabía cual sería la consecuencia de hacerlo. Y por suerte lo logré. Hasta el día de hoy no corrí tras esa fuerza magnética que ejerce tu cuerpo sobre mí. Encontré una paz alterna que me permite seguir adelante sin vos. Y aunque cueste más, sea más fría que a lo que me tenias acostumbrada, por lo menos no me hace mal. No me siento el juego de alguien, me siento yo misma; con mis defectos y virtudes, con mis ganas de aprender a ser una mujer mejor. Ya en el último tiempo llegaba a mi límite, no caía tan fácil en tu red seductora, hasta que llegamos al punto en que ya no me alcanzaron las migajas de amor que de vez en cuando me tirabas.
Todo eso sucedía hace más de un año atrás, y terminó como ya sabemos: vos por un lado, yo por el otro. ¿Quién lo diría, no? Pensar que me aseguraste que llegaríamos a viejos juntos. Y ahora venos aquí, yo de este lado de la pantalla diciéndote que aunque haya pasado un año y no me arrepienta de mis decisiones, admito que te extraño todavía, porque una parte de mi vida es tuya y no lo pienso negar nunca; pero sigo firme, no vuelvo por lo mismo, hoy valgo mucho más. Y vos estás del otro lado, quién sabe haciendo qué, pero sabiendo que ya no soy la misma, puedo ser parecida, puedo aparentar la misma fragilidad, pero ya no te pertenezco.