domingo, 30 de octubre de 2011

Siempre supe que sería una pesadilla

Hay algunas cosas que se hacen sentir. Que te previenen de los sucesos que próximamente podrían desencadenarse. Con un cansancio absoluto, mi mente se desconectó y bajó la guardia, dejando fluir una gran cantidad de dudas, supuestos y especulaciones que se materializaron en forma de sueños.
Y así fue que me encontré frente tuyo, en un cuarto desconocido y sin salidas abiertas. Fue que empezaste hablandome tranquilo, diciendome que había cosas que yo deseaba negar, pero no había caso, tenía que ser. Decías que mi cuerpo lo reclamaba, que mis ojos no me dejaban mentir. Y yo no lograba entender de dónde sacabas tantas ideas, si realmente jamás se me había ocurrido verte como otra cosa que no fuera un amigo, un confesor, alguien con quién poder hablar sin tener que disfrazar las palabras.
Pero vos estabas convencido de lo contrario, tanto que me acorralabas contra una pared, me dejabas en jaque sin posibilidad de escapar de esa situación, me sometías a tus deseos, me rasgabas la ropa, intentabas hacerte de mi violentamente, envuelto en un frenesí que era sólo tuyo, mientras yo te rogaba que me dejaras ir, luchaba contra tu fuerza animal gozar con mi cuerpo. Tus brazos sostenían los míos, te las arreglabas para que mis patadas no te hicieran daño. Y aunque siguiera rogándote piedad, que no me destruyeras de esa manera... Aunque mis lágrimas cayeran por mis ojos en forma de cascada, no te detenías, y seguías murmurando que lo mío era sólo teatro, que sí quería que hicieras esto.
Finalmente, en un descuido tuyo por querer concretar tu acto, logro empujarte y salir corriendo de ahí, con mis ropas rasgadas, mi pantalón desabrochado. Salgo corriendo sin mirar atrás, queriendo recuperar algo de mi dignidad en la huida.
Y ahí me despierto. Aterrada. Sin comprender dónde estaba y a qué se debía el sudor frío en mi frente. Me quedo anonadada de ser capaz de soñar con un acto tan vil, pero admitiendo que en una parte de mi inconsciente, siempre tuve miedo de vos, de lo que podrías llegar a hacerme si te habría esa puerta que alguna que otra vez tocaste por probar. Tuve que admitir que siempre vi en tu sombra un instinto animal con el que sé que no podría luchar.

jueves, 27 de octubre de 2011

Sincericidio

La noche te acorrala contra las cuerdas, tus sentidos se ven rodeados por miles de sensaciones estimulantes, peligrosas, que vician hasta que tu cuerpo se empieza a mover, buscando un destino, buscando un placer. Y es la adrenalina lo que corre por tus venas, dilatando tus pupilas, poniendo a punto tus piernas para empezar a andar. La atmosfera se vuelve húmeda, niebla tu visión, te incita a empezar de una vez. Y los impulsos suicidas se apoderan de tu acción, te llevan a esos rincones de tu alma que buscabas evitar hace tiempo. Te ponen de frente a una realidad que no querías ver. Con los ojos abiertos frente al paredón, las manos apoyadas en el ladrillo frío y las lágrimas cayendo por tus mejillas. Es la sombra de tu miedo quien sostiene el fusil. Te apunta justo en la base de la sien, se ríe del sudor bajo tus axilas. Pero la adrenalina sigue corriendo por tus venas, el impulso te obliga a darte vuelta, tus manos temblorosas esperan encontrar un escudo protector. Pero no hay sombra ni fusil a tus espaldas, solo el mismo ambiente de humedad y tensión, de sentidos exorbitados por una droga que impregna el aire. Estás contra las cuerdas de tu propia cordura, lejos de la sucia rutina que te protegía. Estás dentro del impulso a ver más allá, a encontrar los parajes ocultos de tu propia verdad. Estás al borde del abismo que te separa de lo que llegaste a ser y eso que siempre escondiste bajo la máscara de responsabilidad. Llegó el momento, ¿seguirás el impulso suicida de saltar?

domingo, 23 de octubre de 2011

No fue

"No fue bueno haberte conocido" fue la frase protagonista de esa historia desde su inicio hasta su fin.
Todo el dolor, las lágrimas y la desesperación que me generó esa parte de mi vida vivida junto a vos pesaron mucho más que el amor, el frenesí y la felicidad que bien me supiste dar.
Porque fue más alto el costo que el beneficio de tenerte conmigo. Porque aunque haya caído en el fondo del pozo y gritado desde lo profundo de mis entrañas por días, semanas, lo cierto es que el dolor con el tiempo se aplaca. Las heridas se secan con sal y todo vuelve a seguir un curso inértico de la cotidianeidad.
Y un tiempo después, cuando me preguntaron si ya no dolía, si la vida daba esas vueltas tan perras y te pusiera de nuevo frente a mí, si podría mantenerme en pie, supe que no lo sabía con certeza, que las heridas, por más secas que parezcan, dejan su huella y que no quería saberlo hasta que realmente algo así sucediera.
Más de un tiempo después caí en la cuenta lo imposible olvidar ese cuarto de mi vida que es tuya, te perteneció y así será por más que quiera convencerme de lo contrario. Lo pasado ya sucedió y no se puede cambiar. Y comprendí que ese no es el problema, es la realidad, lo que verdaderamente importa, lo que me tranquiliza, es que mi ahora es sólo mío y de nadie más. Refugiada en el silencio, quiero lograr acallar los gritos de tu nombre en mi memoria y aprender a dejarte ir totalmente de mí.
Fuiste un protagonista durante tres años de algo que me ayudó a crecer, me diste la mano cuando lo necesité y me ayudaste a levantarme incontables veces del suelo. Pero llegó la hora de soltarnos de una vez, de mi parte dejarte ir hasta que encuentres tu propio lugar, sin tener esas desesperadas ganas de protegerte sabe el cielo de qué cosas.
No fue bueno haberte conocido, tal vez, pero siendo un hecho irremediable me alegro de haber aprendido de nuestro encuentro.

domingo, 16 de octubre de 2011

Gotas de limón

Flechas de letras, que atraviesan el aire con sus puntas embebidas en veneno.
Veloces como estrellas fugaces que se esconden de los ojos curiosos que las esperan desde la tierra.
Flechas que vuelan en búsqueda de una víctima en la cual enterrarse, derramar su toxicidad sin miramientos ni vergüenza  Cumpliendo su sentido de ser, dejando una herida que no llegará a cicatrizar antes de que su efecto moribundo haya alcanzado el corazón de la presa.
La violencia de su ataque, el golpe de gracia, hará estragos, dejando el sabor amargo en la boca como si la hubieran exprimido dentro el jugo de un limón.
Y cuando la gota amarga de veneno alcance su punto final, cuando ya no haya marcha atrás y la flecha pueda darse por satisfecha, caerá al piso, dejará de tener su potencia abismal y pasará a ser solo un cúmulo de palabras, tiradas por el suelo, sin coherencia, que dejaron su marca letal.

lunes, 3 de octubre de 2011

Raíces

Estas palabras son pura y exclusivamente de desahogo. Necesito decirlo de una vez, antes de que su eco me desvele por las noches, me impida dormir repitiéndome al oído una y otra vez lo mismo.
Necesito decir que tengo tanta bronca que podría gritar, porque tengo que admitir que el tiempo pasa demasiado lento cuando se trata de vos. Y no, mi bronca no es contra vos precisamente (no, señoras y señores, no es contra él), es contra mí misma, contra mi cuerpo que se niega a olvidarte del todo, contra mi voz que de vez en cuando se pone a cantar en tu honor. Es bronca contra el maldito recuerdo que no termina de olvidarse. Tengo bronca de ver que tus raíces calaron profundo, que aunque haya logrado cortar el enorme árbol de tu pasada por mi vida, queda enraizado en lo profundo de mi ser tu huella, tus palabras, tus caricias, tus desengaños.
Y es entonces que busco la manera de que no brote de nuevo todo eso, que se quede ahí en última instancia, como un marca de algo que ya pasó. Porque no puedo echar tanto trabajo por la borda, por más encantadora que sea la promesa de un fruto prohibido naciendo nuevamente. ¿Cómo estar segura que algo sería diferente? No hay prueba de ello... Ya fuimos inocentes demasiado tiempo, ya se demostró lo contrario y fuimos condenados a esta historia que no termina de cerrar; como si hubiese empezado más allá de esta vida y se perpetuara hasta más allá de nuestros cuerpos. ¿O tal vez será sólo en el juicio final podrá determinar la sentencia inapelable?.
Que bronca, mi dios, que aún la semilla siga germinando.