lunes, 23 de enero de 2012

Reflexión 27va.: El placer del dolor

Hay momentos en que la búsqueda de la felicidad lleva directo al encuentro con el dolor, cuando las esperanzas se apagan, las luces se esfuman, los sueños se vuelven una nube de humo.
En esas etapas, inevitables en todo trascurso de la vida en esta tierra, crean una sensibilidad extrema hacia las imágenes felices, como si éstas quemaran como el sol, como si cada sonrisa, cada anécdota de alegres vivencias fueran un puñal clavado en la herida sangrante.
Qué irónico que en momentos de debilidad, el exorcismo venga de la mano de la tristeza, del duelo en silencio y con ríos de lágrimas. No, no hablo de depresión, hablo de sublimación. Esa misma que necesita de una atmósfera que absorba, que nos extirpe esas palabras que no hallamos enunciar. Porque, aunque algunos escépticos se nieguen a aceptarlo, cuando algo triste nos toca de cerca, ajeno y semejante, nos permite ver todo desde fuera, entendernos en lo otro, vernos reflejados en algo que podemos tocar. Y ese es el momento justo, la oportunidad para gritar, para sacar a patadas de nuestro interior lo que nos somete al momento de oscuridad, al sitio húmedo de nuestras propias lágrimas. Es la puerta al otro lado, a la comprensión de que nada es para siempre, de que siempre se puede estar mejor, y que sólo basta con sabernos dueños de nuestro destino y capaces de volver a volar entre tanta gente que todavía se encuentra con sus alas atadas.

domingo, 15 de enero de 2012

Flor de invierno

Fue un instante, fue un silencio, fue la última luz del sol perdiéndose en el cielo.
El momento, la canción de fondo en algún rincón perdido de mi habitación, que de un segundo al otro se transformó en un himno a la soledad, augurando sueños, tormentos, pesadillas que destruirán mi paz.
Fue el recuerdo, la consciencia, el deseo de poder manejar el tiempo y el espacio, las voluntades ajenas a mi propio favor que me dejaron clavada en un casillero invisible sin posibilidad de acción, cual peón en decadencia, cual flor que se marchitó, cual humano estúpido que se creyó dios.
Fue la vorágine maldita en la que me sumergí intentando escapar de una vida la cual nunca viví. Fue esa luz en una esquina, esa música que cesó, el deshielo de mi alma que del invierno despertó.
Y como el vuelo de una hoja que de mí se aleja en el viento, una vieja piel se desprende, la coraza se desarma, las plumas renacen, mi energía me empapa. Como una flor de invierno que audaz se iza con sus pétalos al viento, florezco plena de vida.