jueves, 30 de julio de 2009

Huida

Tus silencios atraviesan las fronteras de mi mente, llegándome profundo en mí.

Intento escapar a esas armas que me apuntan desde el cielo, buscando acorralarme contra algún rincón donde indefensa suspire mi último aliento antes del disparo final. Indefensa, inútil. Buitres con faros que señalan mi posición, mientras corro en zig-zag esquivando las luces.
Corro y corro desesperada sin saber a dónde huir. Corro hasta que mis pies sangran al contacto con el suelo de tanto correr. Me esfuerzo por no detenerme, por no dejarme engañar cuando el cansancio se cuelga de mi cuello. Un poco más, siempre puedo exigirme un poco más. Aguantar. Correr, escapar.

En mis sueños corro desesperadamente lejos de los fantasmas que me persiguen. Lejos de los dolores, las angustias, las mentiras descubiertas. Corro hasta más no poder, hasta que el cuerpo me pese al despertarme y mis piernas suden. Escapo como una presa escapa de su predador, como un esclavo que consiguió romper sus cadenas. Huyo sabiendo que por más que recorra toda mi mente, hasta que mis piernas no se muevan de verdad, nunca voy a lograr escapar.

martes, 28 de julio de 2009

La terapia

Llego a casa luego de un día pasado en la ciudad, tirada en una plaza hablando con mis amigas. Paso por el portal y pareciera que todo ruido externo se esfumara de golpe. Abro la puerta de mi casa, dejo las bolsas de verduras que compré en el camino. Saludo a mi gata y enciendo mi computadora, poniendo al instante música para relajar un poco los músculos de mis pies cansados de caminar.
Miro por la ventana y una luna media ilumina el suelo como si fuese llena. El cielo limpio, las estrellas. Es una noche apacible para disfrutar.
Enciendo la cocina y ordeno las cosas para preparar la comida: arroz primavera y milanesas, nada muy elaborado. Voy hasta el almacén para comprar lo que me falta. De vuelta, comienzo a cocinar, optando por la radio para ambientar el momento; nada fuera de lo común, una escena tan típicamente hogareña. Sin embargo, cocinar es como una terapia, la actividad que permite relajar mi mente y pensar las cosas con claridad.

Dentro de la cotidianeidad uno encuentra sus instantes para descubrir los grandes misterios de la humanidad.

martes, 21 de julio de 2009

Reflexión 14va.

Probablemente ya me han leído lo suficiente como para darse cuenta de mi tendencia a la ciclotimia en este blog: un día todo color de rosas y otro una tormenta como la que se desata al otro lado de mi ventana en estos momentos. Primero que nada, les pido disculpas por saturar este espacio con cuestiones alevosamente privadas, no era ese el destino que tenía este blog, a pesar de que esas cuestiones dieron como fruto algunos textos de los cuales me siento orgullosa de ser autora, también se acumularon líneas que no fueron productivas, ni siquiera en lo personal.
Y ahora me toca hacer mi reflexión sobre mi misma, el mea culpa, aceptando mis errores y mis culpas en todas estas historias. Admito que me cuesta reconocer mi papel en las cosas que terminan mal. La maldita manía de ver los problemas del otro sin reconocer los propios, o lo que es aún peor, responsabilizar a los demás de los problemas personales. El otro. El contexto. El pasado. Son excusas para no admitir que nos equivocamos, que no todo lo habíamos prevenido y hoy estamos pagando los precios que nos advirtieron. La relación causa-efecto es inevitable en este sistema en el cual nos movemos. Y reconocer esas causas son el segundo paso para solucionar nuestros problemas.
Yo creo haber admitido mis problemas, y estoy tratando de identificar las causas de ellos. Pero tengo miedo, porque intuyo que todas ellas (o la gran mayoría por lo menos) nacieron de mí. Son factores internos, tendencias accionales que no logré solventar. Más que nada porque fueron muchos años de negación, años de no querer aceptar que las cosas habían cambiado. Esto me recuerda a algo que me comentó un día la que era mi profesora de canto: "¿Sabías que cuando uno suspira mucho es porque quiere resistirse a los cambios?". Esas palabras no se borraron de mi mente, porque me sonaron a verdad. Me resisto constantemente a aceptar que hay gente que ya no está, y que seguramente nunca va a volver. Me resisto constantemente a seguir perdiendo, aunque eso signifique atarme a situaciones que me hagan mal, a personas que me lastiman constantemente sin importarles nada. Como dice el tema: tal vez un perro fiel, a cambio de comer, soporte hasta lo insoportable.
Pero no quiero seguir soportando ciertas cosas. Y aquí viene mi culpa. Yo soy la que se pone en los lugares que me tocan vivir. Me quejo de situaciones que yo misma permití. Y por más que sigo y sigo diciendo que no quiero, no me animo a ponerle el Punto final. Mi miedo a perder lo poco que tengo (o creo tener) me lleva a soportar cosas que continuamente me lastiman. Como muchas veces lo he dicho y como muchas veces lo he escrito, estoy inmersa en una gran tormenta, feroz lucha entre mis miedos. Continuamente las fuerzas dentro mío luchan por dominar mis acciones, por tener el poder sobre mis palabras... Y el miedo a perder y el miedo a ser feliz son constantemente actores estrellas en estas batallas internas que nadie llega a ver.
Intento ser libre, pero hasta que no venza a mi propia enemiga, la que me mira desde el otro lado del espejo, mis palabras van a ser en vano.

sábado, 18 de julio de 2009

Y por fin amaneció

Me acuerdo de ese día. Mierda que aún me acuerdo. Pensé que lo había olvidado, entre tantas idas y venidas, tantos días que pasaron, tantas noches perdidas entre tantas manos que no sé donde esconder. Creí realmente que ya no dolía, me autoconvencí de que nada importaba, de que no tenían sentido aquellos latidos, aquellas cosquillas. De que nada de todo eso era real, sólo producto de un invento de esta cabeza que tanto me atormenta. Quise convencerme a mí misma de que todo esto fue resultado de escuchar demasiado tiempo amar y envejecer, de noches enteras traumándome con duda, y tantas otras canciones.
Me dije una y otra vez que todo esto lo busqué, lo quise hacer cómo lo hice, pero me doy cuenta hoy, como tantos ayer, que esto no puedo haberlo querido así. O sí, quizás soy lo suficientemente masoquista como para autotorturarme. Aunque hay una tercera opción, que todo esto sea una combinación de las dos anteriores.
Y termino cayendo (siempre cayendo brusca y fuertemente) en la cuenta de que todavía me duelen los recuerdos, malditos recuerdos que me llenan de dudas que no me dejan en paz. Y estos pedazitos de felicidad perdidos en mi mente son una mala combinación cuando se mezclan con los temas que los ambientaron, porque mi piel revive esos momentos con demasiada memoria, y ahí es cuando me matan. Me clavan dagas en la espalda, porque me demuestran que sólo son eso: recuerdos, ilusiones del ayer que nada tienen que ver con la realidad de hoy.
Y entre tantas lágrimas, tanta realidad, no me queda otra que terminar admitiendo, como lo dije aquella primera vez, que tal vez no tengamos más noches, y tal vez no seas tú el hombre de mi vida...


jueves, 16 de julio de 2009

El tren

Parado en la estación, un vagón, oxidado prematuramente por las tempestades del tiempo, espera a que suban los viajeros. Silencioso, allí parado, observa a través de sus ventanillas de vidrio rajado como la gente camina de un lado al otro del andén, buscando sus asientos, guardando sus maletas, haciendo tiempo hasta que el silbato indique la partida.
Allí, en medio de un día que no es nublado, pero no llega a verse el sol, el vagón espera a que el pasajero suba las escalerillas de la puerta y tome su lugar en el interior. Lo mira, como diciéndole que pronto ha de partir, y que no puede aguardarlo mucho tiempo más. Pero el pasajero no se inmuta. Siente los deseos ardientes de la locomotora en arrancar para seguir las vías que más adelante se encuentran. Lo siente, lo provoca. No da indicios de querer dejar el andén todavía. El vagón se pregunta para qué habrá comprado el boleto entonces; sin embargo, no encuentra una respuesta, el pasajero sigue caminando de un extremo al otro del andén, mirando cada puerta del vagón como si no supiera por cuál decidirse a subir. Observa, incluso, la locomotora, que con un silbido agudo y feroz le indica que ni siquiera lo intente. El vagón ya no entiende. Ha estado demasiado tiempo en la estación. Otras estaciones más adelante lo aguardan, y ya está llegando retrasado.
Tiene que tomar una decisión. Siente el tirón de la locomotora para continuar su ruta, pero no atina a soltar los frenos. El guarda, impaciente también, mira su reloj y intenta cerrar la puerta del vagón, pero éste se resiste. Hasta que finalmente, pasado el tiempo prudente de espera, los pasajeros ya acomodados en sus asientos, miran al pasajero errante que aún esta parado solo en la estación. Lo observan a través del vidrio fumando un cigarrillo tranquilo, como si nada lo apremiara. Y con ellos, el vagón.
Las nubes ganan terreno, el vestigio de Sol sucumbe ante el avance de la lluvia que comienza a caer. Un silbido largo y penetrante lastima los oídos de los viajantes. La locomotora se encuentra impaciente por echar a andar sus motores. La lluvia se escurre por las ventanillas del vagón, que sigue observando al viajero que no ha decidido si subir o no.
El guarda intenta alentar dando la señal de marcha con su silbato, ya resignado a la terquedad del vagón por querer esperar. Pero, de un momento a otro, entre los silbidos, los tirones de la locomotora, el tren avanza de una vez por todas. Y con la lluvia escurriéndose por sus ventanillas, el vagón se aleja, dejando sólo al pasajero indeciso en la estación. Se ha dado cuenta que más adelante otras estaciones aguardan con sus pasajeros que estan esperándolo para subir. Tiene una ruta que seguir que no puede hacerse esperar.

sábado, 11 de julio de 2009

Borges

Quizás nadie crea en mí.
Quizás mis palabras se pierdan en el tiempo,
y con ellas mis ideas, sentimientos.
Probablemente nadie piensa en mí.
Ni si tengo frío por las noches, mientras
la estufa apagada y el reloj vigilan mi sueño.

Ya sé que no hay algo que valga la pena
si sale de mí. Porque mis pensamientos
son grano de arena en este gran desierto,
son un vaso de agua salada del mar muerto.
No significa nada cada sílaba que enuncio
porque el dolor y el amor son extraños
caminando por las calles de este barrio.

Y más allá de todas las palabras
que puedar sentarme a escribir,
aún así pareciera
que nadie cree en mí.

martes, 7 de julio de 2009

Último suspiro

La lluvia caerá, el cielo se partirá en mil pedazos para cubrirme por completo. La tormenta se desatará a cada paso que avance.
La tierra se abrirá para dejarme caer a sus entrañas, tragándome sin piedad mientras mis sentidos se aturden con la sensación de vacío.
El viento y el fuego se olvidarán de guarecerme, mis protectores me abandonarán, nadie vendrá a mi rescate en mi último suspiro.

La lluvia caerá y yo levantaré mi rostro al cielo para recibirla.

viernes, 3 de julio de 2009

Negativas

Esta noche no te pienso.
Esta noche no te voy a soñar.
No importa cuantas veces la gente se ría en mi cara de mi falsa convicción, no me interesa que nadie crea en mí. Yo seguiré firme en mi postura, creyéndome verdad las falsas esperanzas de vencer tu encanto.
Esta noche no voy a siquiera extrañarte.
Voy a soñar con un camino lejano, una vacaciones merecidas, un final aprobado. No voy a dormirme esperando verte junto a mi a la mañana, porque sé que eso no sucederá.
Esta noche me rehuso completamente a que seas mi sonrisa al acostarme, y mucho más me niego a que seas lo primero que piense al despertar.
No me importa que no me creas, ni vos ni nadie, no me quita el sueño el que no se percaten de que ya no soy una niña. El tiempo pasa, y con él la vida. Cambio constantemente aunque muchos me vean igual, soy un constante ser en movimiento más allá de la inercia que nos maneja.
Y mucho menos me llama la atención que estas palabras no te afecten en lo más mínimo. Nunca te afectaron y dudo que comiencen a hacerlo ahora, pero igualmente, no me pienso negar la posibilidad de decirlo, nunca más me silenciaré, así que leeme bien:

YA SOY LIBRE.


Y esta vez es de verdad...

miércoles, 1 de julio de 2009

Vagué

Me he perdido por los caminos del tiempo, vagando en las lejanías sin siquiera recordar a dónde iba.
He caminado entre las espinas del paraíso, y renacido luego en las entrañas del infierno.
Muchos paisajes desconocidos conocí. Muchas nubes errantes cayeron sobre mí.
Todo un sin fin de momentos indecisos hicieron siembra en mi camino, queriendo hacer temblar mis piernas.
Vagué por días y noches, hasta perder la cuenta del tiempo que realmente transcurrió.
Me volví sombra en la noche, bajo la Luna vigía observándome.
Así he llegado hasta aquí. Finalmente.
Las vueltas existen, y volviendo estoy, ya habiendo dejado de ser la de antes.
Las vueltas existen, y estoy volviendo a vivir mi regreso como un nuevo encuentro.