domingo, 28 de junio de 2015

Perdidos en el tiempo y espacio

Los vi allí, en una esquina refugiándose del viento. La tarde caí despiadada sobre la ciudad, sin atender a los quejidos de quienes deseaban un poco más de luz solar. El frío se intensificaba a medida que los rayos del sol se ocultaban tras el horizonte.
Fue entonces que los vi, iban ajenos al mundo que los rodeaba, inmersos en un abrazo que no pude saber si era amoroso o fraternal. Sólo supe que esas dos personas que caminaron delante de mí durante un par de cuadras eran diferentes, no tenían esa aura oscura de aquellos que han caído en la miseria de vivir por inercia. Reían, caminaban, vivían. Parecía no importarles las guerras, el odio, la decadencia de la sociedad. Ellos eran felices como si vivieran en un mundo ajeno al que pisaban. Debo admitir que primero recelé de ellos, pero a medida que avanzábamos, ellos en su camino, y yo en el mío pasos detrás, me contagiaron su vitalidad, esa forma de disfrutar aún del frío, de la noche inminente, de un simple paseo por las calles. Y sonreí. No pude más que sonreír al saberme espectadora de esos ejemplares felices de la vida humana.
Me dirán que es habitual ver gente riéndose, paseando, "disfrutando". Pero les digo que me crucé con mucha gente en mis caminatas por la ciudad, muchos riendo, diciendo ser felices, sin embargo al mirarlos a los ojos, los mismos estaban vacíos. Estas personas, en cambio, eran algo especial, porque en sus miradas había luz, había ganas.
Fue esos minutos en que pude observarlos, que me recargué, me llené de vida yo también, feliz de encontrarme con quién aún confía en la vida que nos tocó, que vive su vida y no a pesar de ella.

sábado, 6 de junio de 2015

#Niunamenos

Cómo toda tormenta furiosa que al poco tiempo se acaba y todo vuelve a su estado anterior, aunque un poco más húmedo, pero no lo suficiente como para atraer la atención... Temo que esta campaña está llegando a su ojo de tormenta y pronto dejaremos de levantar los puños y el status quo nos absorberá la humedad extra.
Porque noto que en este mundo todo se mueve por inercia. La gente va y viene hasta que algo la detiene. Y muchas manos invisibles están poniéndose en el camino para que el río no siga su curso.
¿Suena pesimista? No, es un análisis frío.
Todos levantamos la mano cuando nos preguntan si queremos hacerlo mejor. Pero nadie se ofrece a ensuciarse las manos para hacerlo. Lo dejamos en el otro, al personaje frente al cual nos paramos en conjunto. 
Hay un grupo minoritario que se esfuerza por hacer algo. Pero siempre que esos grupos sean individualistas y piensen en alianzas en lugar de en colaboración, estaremos perdidos.

Si queremos hacer un cambio, si realmente el ser humano quiere ser diferente se tiene que empezar muy de abajo. Se tiene que concienciar a la gente que el cambio no es de un día, que es un sacrificio largo y continuo de enseñanza, de solidaridad, de respeto y humildad. El cambio es posible, si logramos impulsar una educación que fomente la colaboración, la búsqueda de acuerdos y no de diferencias, donde lo importante sea lograr algo entre todos y no que uno logre superarlos a todos. Somos una sociedad competitiva hasta lo vomitivo. Todos los objetivos implican superar al resto, impresionar a todos y ser unos pocos. 
Mientras ese sea el foco, mientras que no se haga un cambio de paradigma, lamentablemente estaremos condenados a la inercia, a las marchas aisladas, a los gobiernos abusivos y a la autodestrucción como sociedad. No seremos mejores hasta que mejores sea únicamente en plural.

Que se entienda, ni una mujer menos, ni un niño menos, ni un marginal menos, hay muchas cosas que tenemos que trabajar para que cada vez sean menos.