sábado, 30 de mayo de 2009

Humo

Sus ojos estaban fijos en la boca que se movía al ritmo de la música. Cada tanto, dependiendo la canción, un leve murmullo salía de esos labios en movimiento. Por su mente las notas formaban cuadros surrealistas, deformando la imagen que entraba por su retina. Demonios. Bestias salvajes se debatían quién lo arrasaría primero, quién sería el que diera la estocada final para que el sonido cesara para siempre.

La misma voz que murmuraba cada tanto lo trajo de nuevo a la realidad. Desde el sillón donde se encontraba sentada, ella le preguntó algo que no llegó a escuchar. Movió su cabeza negando, siempre prefiriendo decir que no a confesar algo que no quería por equivocación. La mujer lo observaba adivinando qué pensamientos le atravesaban la mente en esos momentos, luego tiró su cabeza hacia atrás del sillón para mirar el techo.

Nuevamente el silencio de la música sonando desde lejos. El humo enrarecido se mezclaba con el aroma de sus cuerpos. Desde la cama la miraba sentada en el sillón. Sus piernas extendidas en el aire, y su pelo cayendo por el otro extremo de su cuerpo. La miraba y la soñaba con la música. La deseaba y deformaba con la mirada, por momentos una musa inspiradora, transformándola en un demonio del placer lujurioso que lo tentaba a morir.

Prendió otro cigarrillo. Escuchó la música. Ella se levantó, acercándose con lentitud hacia él. Recostado en la cama la recibió con deseo, pero ese rostro dueño de los labios que se movían con la música se dirigieron a su cuello, olfateando su aroma masculino. Sintió un beso bajo su oído y la voz susurrante: "Si no quieres que me quede, me iré". Vio como la mujer se levantaba, poniéndose su campera, y se iba, cerrando tras de sí la puerta, dejándolo sólo con sus demonios abalanzándose sobre él.

domingo, 24 de mayo de 2009

Reflexión 13va.

¿Para qué me miras si tus ojos no ven más allá de tus narices?
¿Para qué me tocas si no puedes acariciar mi alma con tus dedos?
¿De qué te sirve inventar todo este circo romano en el que yo soy el condenado cristiano?

Ya no vale la pena intentar entender algo inentendible.
Ya fue el tiempo de buscar refutaciones sofistas a la lógica del destino.
Ni vos ni yo hemos podido luchar contra ese gigante que quiere separarnos.




Crisis ~ Las pastillas del abuelo


Comprender, aceptar.
Hicimos nuestro camino al caminar,
y hoy decidimos frenar acá, no vamos al mismo lugar. Traté de hacer a mi bien tu bien, y ves bien que me salio mal. No acostumbro a fracasar.

Comprender, aceptar.
Parecía tan fácil como sumar tu amor y mi lealtad, mi ternura y tu amistad.


A veces Marte y Venus se llevan mal. No es cuestión de maldad. Es duro aprender a amar.

Comprender, aceptar. Prometiste cuidarme sin importar y hoy ya no importa mi bienestar, lo importante es tu ansiedad.
Regió mi vida al azar una vez ¿sabés?
No me gusta apostar, siempre me tocó pagar.

Yo me propuse superar tu ausencia a pesar del dolor. Vos preferís no analizar, seguís en busca del amor.

Comprender, aceptar.
Por más gotas de sal que le robe al mar, por más flores que un rosal. Hoy nos toca despegar.
Por más gritos de paz, por más soledad que hoy castigue mi voluntad. Por los dos ya no va más.

Estoy confiando que el tiempo nos dirá que asi estuvo bien.

lunes, 18 de mayo de 2009

Juego de café

¡Cuando la inspiración no me nace por mis propios medios, cuento con la ayuda de excelentes colegas de blogger que me dan un empujoncito! Café me propuso este juego, y aquí, previo copypaste de la consigna, paso a dejar mi contribución a la causa:

Hay que escribir un texto con las palabras: vida, amor, literatura, sexo, cine y viaje. Hay que pasarlo a 6 mujeres más. Por primera vez me sumo al juego completo. Va para ellas. Si alguien más lo quiere hacer, ¡están todas invitadas!
~

Creo que, quizás, un viaje me serviría. Muchas cosas han pasado en las últimas semanas que me dejaron realmente agotada. Uno de los candombes se inició con una conversación de lo más normal. Curiosa charla tuvimos, que comenzó como siempre discutiendo de literatura. Él con sus gustos doctos, yo con mi romanticismo borgeano. Seguimos hablando de música (recuerdo que en algún momento me dijo que me llevaría al cine), hasta que terminamos hablando del amor. Extraño desenlace para lo que parecía ser un atardecer típico de nuestros encuentros. No recuerdo si fue él o fui yo quién sacó el tema, pero la cuestión redundó en qué era ese sentimiento para cada uno. Tirados en la cama, yo le narraba mi concepto acerca de ese misterioso sentimiento. Tal vez fue mentira cuando le dije que hacía mucho que no lo sentía (aún no lo sé). Incluso le confesé que entre el amor y el sexo, para mí ambos son importantes, no podría llevar adelante una relación si no siento una atracción física. Él me miraba hablar, casi sin acotar nada. Cuando me di cuenta, me callé: ¿De qué servía intentar explicarle si ni yo misma me podía entender? Él me miró un instante más. Ambos mirándonos. No pude evitar, y comencé a reírme. La situación, en un cierto punto, hasta me pareció absurda. ¿Nosotros hablando de amor? ¿De qué servía hablar de algo que ninguno de los dos se animaba a sentir? Ese día terminó. Cada uno continuó con su vida como si esa charla nunca hubiese existido.

Dicen que mirando las cosas desde afuera, alejados del epicentro del problema, uno puede entender mejor lo que sucede. Creo que, quizás, un viaje me serviría... Lástima que no puedo dejar el corazón sobre la cama hasta que vuelva.


No tengo mucha idea a quién nominar, pero me gustaría ver qué nace de Mayra, Bele, Flor y Pato. Me faltarían dos, quién quiera unirse es bienvenida :)

jueves, 14 de mayo de 2009

Dr. Freud

Lo de anoche fue patético. Tuve un mal sueño, una pesadilla dirían los alejados de la psicología, pero la cuestión es que me desperté a las 3 am, con una sensación de inferioridad y fragilidad que me hizo acurrucarme contra la cabecera de mi cama. Miraba el techo de living (que es donde tengo mi cama) y la poca luz que entraba por la ventana creaba misteriosas formas que no ayudaban a mi mente a volver a dormir.
Si hubiera podido darme vuelta y encontrarme allí con un cuerpo al cual abrazarme, el de ese hombre con el cuál me siento segura, probablemente conciliar nuevamente el sueño no hubiera sido mayor problema. Pero como duermo sola, en una cama de una plaza y aquella persona no duerme conmigo, y, tal vez, ni siquiera quiere hacerlo, tuve que recurrir a un recurso que, creo yo, nunca antes había utilizado: me levanté de mi cama, agarré mi celular (que utilizo de despertador) y me dirigí a la cama de dos plazas de mi mamá. Mis padres son separados hace ya tres años, sin embargo mi madre, acostumbrada por 25 años, ocupa sólo un sector de la cama. En un principio pensó que era mi hermana (ella suele dormir con mi madre cuando se siente mal, tiene miedo o no quiere hacer su propia cama), pero a medida que me metía en la cama, me tapaba con cuanta manta había disponible, le dije que había tenido un mal sueño e intenté dormir.
Mientras mis ojos iban luchando para no ver las imágenes del sueño (entiendan, no le pedí a mi madre que me abrazara ni nada por el estilo, para mis veinte años, ya esta situación era lo bastante irónica), me di cuenta que en otras veces, cuando me encontré con malos sueños, solía levantarme, prender la computadora y escribir. Sin embargo, no hice eso en esta ocasión. ¿Qué había sucedido? No recuerdo bien qué habré pensado anoche, pero ahora a la mañana, luego de haber desayunado, caigo en la cuenta que ese sueño, esas imágenes tenían un especial significado, dadas las acciones que realicé. Son cuestiones personales que no quiero dejar escritas en mi blog, pero podemos resumirlas en hechos familiares que me llevaron a que, en vez de buscar auxilio en el frío mundo de Internet, me sintiera cerca de mi núcleo familiar, recordando que aún está ahí, aunque a veces ni lo parezca...

lunes, 11 de mayo de 2009

Un día de otoño

Hoy me desperté viendo como las nubes amenazaban con hacer del día algo opaco y triste. Pero más allá del clima exterior, un otoño perpetuo se vive dentro de mi ambiente. Un otoño porque caen las hojas por mi pelo, el frío intenta corromper mis pies y una niebla confusa se pasea por mi cabeza. Y aunque toda esta descripción se asemeja a un sentimiento de tristeza o nostalgia, simplemente es una enunciación de metáforas de resignación. Qué es el otoño sino una resignación del cálido verano al imperio del frío invernal. El otoño, aquella estación en la cual los árboles se despiden de sus frutos, de sus hojas y las dejan ser con el viento, con la tierra, con el agua. El regreso del esplendor a la tierra, culminación del ciclo. El otoño es la estación de la muerte, el fin del ciclo estacionario; que da a la gestación del invierno paso para que, durante los fríos y nieves, bajo ese hielo que cubre el suelo, la vida se desarrolle, dormida, como la gestación de un hijo.
Y más allá de lo que sea el otoño para mi, o para el mundo climático, este día es un día de otoño clásico: nublado, con hojas en el suelo y la resignación en el aire. La culminación de algo que quizás no se dio tiempo a crecer. Eso representa el día de hoy, y eso intentan representar estas palabras, simplemente un adiós. La hoja que quisimos ser se ha desprendido en el viento, y con él huye lejos, lejos de nuestras manos, de nuestros sueños, de mis ilusiones. Lejos de todo y de mí.
Pero al terminar de reflexionar sobre qué es lo que me produce un día de otoño como hoy, caigo en la cuenta que algo ha cambiado en mi interior: Este invierno, me quiero enamorar.

domingo, 3 de mayo de 2009

Format C

Hay decisiones que tomarlas parece fácil, pero cuando tenemos que llevarlas a la práctica, ahí es cuando nos damos cuenta lo doloroso que resultar decidir. Puede pasar un lapso de días, años, vidas para que esos efectos prácticos se hagan sentir, pero también puede pasar sólo un instante, un lapsus de tranquilidad con la consciencia, hasta que caemos en nuestra propia estructura decisiva. Nos damos cuenta que la decisión implica un duelo, un paso que hacía tiempo veníamos intentando esquivar. Pero todo llega. Tarde o temprano, debemos tomar decisiones, unilaterales, para poder seguir adelante, para poder caminar la vida sin que haya una cadena que nos impida avanzar. Y duele, lastima los tobillos tirar y tirar de la cadena, hasta que finalmente, con un tirón fuerte y seco, logramos romper esos eslabones que nos sostenían.
Cuesta explicar el dolor que genera este paso, este quiebre, este cerrar capítulos. Pero no se puede desestimar lo necesario de hacerlo. Hay cosas que no podemos sostener por demasiado tiempo. Llega un punto que es necesario darse cuenta, caer en la cuenta de qué es lo que estamos haciendo. Se llega al punto en que el castillo de naipes se cae con el leve soplido del viento. Y tenemos que comenzar de nuevo, tenemos que decidir si queremos volver a crear castillos frágiles, o bien, intentar construir algo sólido, con ladrillos que encajen y no con cartas que vuelen.
Son todas estas metáforas las que intentan explicar que hay decisiones que tomamos que son sumamente necesarias, más allá de las consecuencias negativas para nuestro ánimo. Porque la verdad duele sólo al principio, dicen. Hoy tomar decisiones parece fácil, aplicarlas duele, pero finalmente, en algún momento van a traer tranquilidad, saber que hemos terminado con algo que nos generaba malestar, dolor o incertidumbre.

Ya tomada la decisión, el dolor que nos trae su puesta en práctica es algo inevitable. Más cuando implica borrar sentimientos, transformarlos, desplazarlos de la escena. Tomada mi decisión, escribo formatear corazón y aprieto enter.

sábado, 2 de mayo de 2009

Como si no...

Muchas palabras he callado en momentos que no consideré adecuados para expresarlas. Muchas veces he repetido hasta el hartazgo que no hay manera de que puedan salir aquellos sentimientos que no quiero reconocer. Autocensura, quizás, podría llamarse. Pero no es cuestión de testarudez, hay sentimientos que mientras no los nombre, son como si no existieran.

Si hay sentimientos que hoy no nombro, es porque quiero hacer como que no existen.

Des-rimadas

Son tus labios, es tu mirada,
son tus recuerdos
los que me hacen estremecer.
Cuando escucho esa voz
viniendo desde lejos,
siento como a cada instante
me pierdo entre tu cuerpo.
Vuelo con esa luz que sale de tus ojos,
y me alejo del suelo,
flotando entre nubes blancas,
usando tus caricias como alas.
Y toda esta irrealidad
que me llena en momentos inoportunos,
son fantasías que despiertas
cuando nuestros cuerpos no están juntos.