lunes, 6 de febrero de 2017

Como comienzo al final

Como las líneas paralelas en el infinito, el comienzo y el final se buscan, se unen y se vuelve parte de una misma cosa.
Es inevitable pensar que para que un comienzo tenga sentido, es necesario que se haya sucedido un final. Ya sea una etapa, ya sea una vida, todo en este universo se compone de estos dos elementos básicos que parecen antagónicos y sin embargo guardan muchas más semejanzas de los que a primera vista se puede imaginar.
Y es precisamente la existencia de uno lo que da razón a la existencia del otro. Un comienzo demarca un punto de inflexión, un nuevo rumbo, un nuevo horizonte que alcanzar. Mientras que el final demarca otra vuelta del camino, un cambio, una despedida de lo que nos acompañaba hasta el momento. Ambos sucesos son marcas que dejan mella en nuestro ser, tanto porque ayudan a entender como evolucionamos y porque nos permite darnos cuenta que hemos podido aprender, ya sea a buscar lo que creemos que nos hará felices, como puede ser aprender a soltar aquello que nos hace mal.
Es gracias a los comienzos y finales que podemos decir que hacemos nuestro camino, que nos permite marcar en nuestro mapa aquellos rincones oscuros del alma que exploramos. En ambos casos, emprender un comienzo como un final, implica un riesgo, implica una aventura, implica un acto de valentía. El comienzo y el final son un acto de fe en nosotros mismos, que están allí, esperando que decidamos por qué camino ir.