lunes, 25 de julio de 2011

Más allá del horizonte

La luz iba muriendo a medida que las agujas del reloj marcaban el ritmo. Había estado esperando sentado allí durante varias horas, mirando el desangrar del día acompañar su vigilia.
Cuando el último rayo del sol se escondió tras la línea del horizonte, el café se había enfriado sobre la mesa del bar y un sudor frío le copaba la frente. Su mirada buscó por las esquinas, pero no había rastro de ella.
Su espera se volvió más larga de lo que se había jurado. El deseo por volverla a ver se arraigó en su mente con fuerza y no lo dejaba moverse hasta que alguna señal definitiva demostrara que ella no llegaría.
¿Qué la habría retrasado? ¿Acaso realmente no quería volver a verlo? Las dudas comenzaron a carcomerle las entrañas y la desesperación le hacía brillar los ojos cansados.
El bar cerró. Cuando lo quisieron sacar, se agarró a trompadas con los dueños del lugar. Quedó tirado en la calle, mirando siempre hacia la esquina, esperando verla aparecer. Así lo encontró el día, con sus penas a flor de piel, el sabor del fracaso en su boca y el esqueleto de la esperanza tirado junto a sus pies.
El rencor comenzaba a esparcirse por sus venas. El amor transformándose en odio. La obsesión trasmutada en locura. Toda una construcción imaginaria entorno a esa mujer que no lo quería volver a ver. Tirado en la calle, mostrando sus miserias su alma perdió fortaleza, se volvió su propio verdugo, se convirtió en la misma nada.

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