viernes, 22 de agosto de 2008

Tunel.

Un túnel frente a mis ojos, árboles antiguos con sus ramas formando una bóveda alargada e impenetrable, y un piso inconstante bajo mis pies. Interminable, con sombras vigías que me siguen de cerca, me pisan el rastro. Un paisaje extraño que me acostumbra a mirar a los costados, un miedo inexplicable consume los minutos de mi vida.
El túnel sigue ante mí, amenazándome con no terminar nunca, como un camino al infinito y un misterio jamas revelable. ¿De qué sirve seguir mirando a los costados si la oscuridad no me deja vislumbrar nada concreto? ¿De algo sirve seguir temiendo a fantasmas inventados cuando los reales me protegen con piedad?
La soledad ya no me preocupa, misteriosamente siempre algo me acompaña; son retazos de vidas soñadoras que flotan a mi lado buscando compañía. Son deseos ocultos en la sobriedad de una existencia sufrida de despojos.
Los árboles murmuran canciones viejas, entonan notas nunca clasificadas, los secretos de un universo se hacen sonido entre las ramas del túnel que me aprisiona. La canción toma sustancia, se hace luz, figuras bailantes en una ronda de locuras, ilusiones endulzando el aire con estrellas tras el techo de hojas que intentan iluminar el interior del pasaje.
Mi mirada se pierde en el collage de estímulos que me hacen inmóvil. Mis pies se queda suspendidos sobre el piso de tierra, expectantes de lo que sucederá. Correr es iluso, esperar, estúpido. Nada queda más que caminar lentamente hacia el final de aquel Túnel en que se transforma la vida: sin mirar a los costados, sin temor a las ilusiones bailantes, sin piedad de las canciones inventadas. Caminar, transitar, recorrer, vivir.

1 comentario:

wodan dijo...

lo bueno de los tuneles es q siempre tienen una salida, aun q te parezca mentira...siempre hay una luz al final, y cuando menos lo esperas aparece.
muchas gracias por tu visita, pasate cuando quieras.