jueves, 8 de abril de 2010

La manzana prohibida

Me siento Eva, arrodillada ante el árbol de la vida y apreciando aquella manzana deliciosa, reprimiendo en deseo ante las palabras prohibitivas de el Señor. Y como aquella vieja historia en la cual nunca creí, vi a la Serpiente diabólica tentándome, diciéndome que esa manzana era una delicia y el verdadero pecado sería no probarla, no disfrutar de semejante placer.
Pero no, no podía. El pecado original marca mi destino según la iglesia católica. Y ahora estando frente a la manzana del deseo: esos ojos celestes deslumbrantes, ese marco de pelo rubio, esa sonrisa tan natural y su expresión despreocupada que conforman mi camino a la perdición; aunque no sé si lo que estaría abandonando es el paraíso, sé que probablemente me haría salir envuelta en llamas hacia un mundo completamente ajeno, con acusaciones y censuras por todos lados.
Nunca imaginé que la manzana del deseo tuviera forma masculina. Ni mucho menos pensé que podría ser tan malignamente obsesiva. Hace días que se posó frente a mis ojos y no me deja huir, me persigue hasta en mi propios sueños. Me siento Eva, sentada frente al árbol y sin saber para qué lado correr... Sin embargo, no puedo evitar que mis labios se imaginen el sabor dulce que tiene la prohibición.

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