viernes, 2 de abril de 2010

Palabras cruzadas

Y su voz sonaba a cuchillos atravesando el aire, destinados directo a su cuerpo inertemente posado sobre la pared. Cada palabra significaba un suicidio anómico que buscaba arrastrar de él lo último de humano que todavía quedaba en su ser. Buscaba el dulce sabor de la venganza, a pesar del amargo que sentía con cada muerte de aquel ser, que tanto había visto crecer, que tanto había soñado tener. Ahora el sabor sucio y empalagante no lograba calmar su malestar. Siguió y siguió apuñalándolo con sus palabras, con su mirada, con su aprecio mal disfrazado de rencor. No se detuvo hasta que el cuerpo cayó al suelo, vacío de toda esencia, de toda humanidad. Un montón de harapos de piel aviejada y sin color.
Tanto había hecho por aquella criatura para verla volar, ahora contempla sus escombros, reconociendo en su interior que habiéndolo matado, había muerto también parte de su ser.

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