sábado, 15 de junio de 2013

El buitre

La primera vez que noté que volaba sobre mí creo que aún era una niña. Veía una sombra que se movía en círculos a mi alrededor, imaginándome que eran las ramas de los árboles que por fin se prestaban a jugar conmigo, hasta que lo vi. Levanté mi cabeza y allí estaba, girando lentamente en círculos alrededor de un eje imaginario trazado a lo largo de mi cuerpo. Desde entonces no me ha dejado de seguir, me acompañaba todos los días y las noches, volando en círculos sobre mi cabeza, como indicándome que esperaba de un momento a otro el final.
Debo admitir que al principio fue aterrador. Imagínese, una niña con un buitre asechado sobre mi cabeza. Pero cuando empezaron a pasar los días y luego las semanas y meses, me di cuenta que ese buitre no representaba mi inminente desaparición. Había algo más, algo que generaba esa dependencia del buitre para con mi sombra. Entre las cientos de hipótesis acerca de ese buitre y yo, incluso se me ocurrió que había heredado la difícil tarea de la parca, y era porque yo misma representaba la muerte que ese buitre no me dejaba en paz.
Sin embargo, pasado tanto tiempo, comencé a darme cuenta que aquel pájaro de rapiña no bajaba nunca a tierra. No tomaba agua, no comía nada. Sólo volaba en círculos, alto sobre el eje de mi cuerpo.
Y un día lo entendí, ese buitre no presagiaba mi final, sino que intentaba alentarme a continuar, a vivir cada día como si al siguiente no fuese más que alimento para él. El buitre intentaba animarme a seguir armando mi vida, a no planificar cosas que no sé si sucederán, sino a empezar con el hoy, a exprimirlo al máximo, así el día que el buitre finalmente se sirviera de mi para su cena, sería sólo de mi carne y no de mi alma.

No hay comentarios: