martes, 29 de abril de 2014

Fenix

Las sombras avanzaban, espectros de la oscuridad cazando a plena luz del ocaso. Y allí estaba él, escondido tras unas rocas temblando de miedo.
Los había sentido acercarse, los había visto comerse la luz hasta que la oscuridad total cubría el camino por el que habían venido.
Espectros de muerte, que cazaban para saciar su sed de sangre y luz. Sed de vidas que aún tienen esperanzas. Por eso estaba él ahí, buscando la oportunidad de cambiar su destino, de poder vencer.
El miedo le hacía temblar, sentía un sudor frío recorriendo su espalda. Tenía una sola oportunidad, era matar o morir en el intento. Un único tiro que tendría que ser certero y eficaz.
Se acercó a las piedras que había acomodado en el piso, en circulo, y verificó que el pasto estuviera aún ahí, seco, bajo las ramas que había conseguido de los árboles que estaban durmiendo su siesta otoñal.
Y esperó, paciente, oculto tras las rocas. Esperó que los espectros se acercaran hasta el punto dónde él había preparado todo.
Escuchaba los gritos y lamentos de los seres atacados por las sombras, veía como la nada misma se apoderaba del lugar.
No supo cuanto tiempo esperó; le parecieron horas eternas, o quizás sólo habían sido minutos. No lo sabía.
Finalmente sintió el frío de la muerte extenderse cerca de él. Miró entre las rocas y los vio: Acercándose lentamente hacia la bifurcación del camino. Allí se detendrían un instante, para decidir hacia dónde encontrarían más almas que tomar.
Agarró firmemente su arco y la flecha en su otra mano y las colocó junto a él y al circulo de rocas. Tenia tan solo unos segundos para hacer todo bien, o sino la eternidad de la muerte se apoderaría de él.
Los espectros se encontraban a pocos metros cuando vio que estaban sobre el camino que él había supuesto.
Agarró dos piedras que tenía preparadas y prendió las ramas secas, que ardieron en menos de un segundo.
Un segundo después prendía la punta de la flecha que había envuelto en hojas secas y alcohol.
Otro segundo más, mientras los espectros giraban en su dirección atraídos por la luz del fuego, y disparó.
La flecha tardó segundos en llegar al suelo, a menos de un metro de los espectros, pero a él le parecieron horas.
Los espectros iban a comenzar su ataque en ese instante cuando el suelo sobre el que estaban se transformó en llamas ardientes. La flecha había dado en su objetivo, el pasto seco del otoño.
El fuego comenzó a consumir a los espectros, que lanzaban alaridos furiosos. Pero no podían escapar, él había preparado el suelo para que los espectros estuvieran rodeados de fuego.
Los vio gritar, intentar escapar por dónde sólo encontraban más llamas. Los vio morir. Finalmente los vio morir.
Y con ellos mataba sus miedos, sus penas y sus desgracias. Esta era su venganza. Los espectros se habían llevado aquellos a quién él había amado. Ahora sentía lo que los espectros debían sentir al tomar una vida. Un poder extraño recorrió su ser. Y lo entendió, aquella obsesión por los espectros se había consumido su vida, como el fuego consumió a los espectros.
Dejó caer el arco y comenzó a caminar. Sin darse cuenta, había alimentado la oscuridad que habitaba en él, y ahora debía purificarse, debía matar al espectro en el que se había convertido.
Entró al circulo de fuego y se dejó atrapar por el calor de las llamas. Sintiendo como el fuego consumía la oscuridad. Su oscuridad.

Somos cenizas, somos fuego, somos la libertad.

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