lunes, 5 de febrero de 2018

Entrega #6

Las lágrimas caían por su rostro. A medida que el reloj continuaba su avance, el dolor se arraigaba más, corroyendo su interior.
Hacía días que apretaba los puños, que buscaba poder contener todo ese peso que se estaba acumulando sobre su espalda, pero había llegado a su límite. El día pasó expectante, esperando una señal, deseando que todas sus hipótesis se derrumbaran en un solo segundo. Pero el tiempo pasó, nada ocurrió y finalmente se desplomó como un castillo de naipes expuesto a un huracán.
Así la encontró Sofía, arrinconada en el sofá, abranzandose las piernas a medida de que su cuerpo subía y bajaba con cada lágrima.
-¡Nati! Linda, pero ¿qué paso?-le preguntó corriendo a su lado. Ella negaba con la cabeza oculta entre sus brazos, pero Sofía no se contentó con esa respuesta, por lo que le insistió. -Dale, Na. Decime, por favor, qué te pasa. ¿Por qué estás llorando?- Natalia levantó su rostro y la miró con los ojos hinchados, decidiendo si comenzar a hablar o no...
-Es que... Ya no puedo más, Sofi. Ya no soporto más esta incertidumbre... Estoy cansada, agotada de pensar y re-pensar posibilidades, dar excusas qué sé que no son más que eso. -Natalia comenzó a elevar la voz a medida que todo su dolor salía fuera de ella- Llegué a mi límite, me siento una misma nada, una mierda. No valgo un carajo y por eso no merezco ser querida por nadie... ¡Eso me pasa!- y continuó llorando con su rostro nuevamente entre los brazos. Sofía la miraba atónita. Algo claramente había pasado ese día para que su amiga se sintiera de esa manera, pero sabía que no era el momento de presionarla. Ella le contaría cuando llegara el momento, por lo que, simplemente, se sentó junto a ella en el sofá y la abrazó, obligándola a recostarse sobre sus piernas. Natalia cedió ante su cariño y se recostó en el sofá, dejando que sus lágrimas desagotaran toda la angustia que había estado acumulando.

No hay comentarios: