martes, 7 de enero de 2020

Ella

Una noche caminando por la orilla de un mar que hoy ya no recuerdo donde queda, me crucé con una mujer. Ella se encontraba sentada en un banco, mirando hacia el horizonte. A lo lejos la noche se extendía, y las olas movían el mundo de una manera irrealmente bella.
Ya la había visto en otras ocasiones, allí sentada. Todo el resto de la gente pasaba junto a ella como si no la vieran. Nadie se sentaba en ese banco tampoco.  Cada noche que pasé por allí, la notaba silenciosa, expectante, mirando el océano.
Y esa noche, finalmente, osé ocupar un espacio de aquel reservado banco. Ella ni me miró. Simplemente suspiró mirando el mar. Yo también me quedé mirándolo, mientras el tiempo pasaba, hasta que la noche ya nos cubría los pies. Fue entonces que decidí prender un cigarrillo. La miré y le ofrecí uno. Ella no contestó. Ni siquiera me miró. En un momento pensé en dejarla sola. Pero no sé por qué no lo hice. Fue entonces en que ella habló. Lo hizo pausadamente, como si hubiese olvidado el idioma. “Otro día más”, fue todo lo que alcancé a escuchar. Nuevamente suspiró. La miré durante largo rato. Su rostro blanco y sus ojos clavados en el mar la hacían hermosa mujer. Extrañaba que nadie se detuviera con ella. Algo me llevó a que intentara iniciar una conversación:
-¿Acaso espera a alguien?- Entonces ella me miró. Y algo extraño sucumbió en mi cuerpo, muy adentro mío: en mi corazón.
-Lo espero a él.- Y continuó mirando el horizonte. Le di una pitada a mi cigarrillo y seguí su ejemplo. El silencio se extendió entre nosotras. Pasaron minutos, quizás horas, hasta que finalmente y para mi sorpresa ella volvió a hablar.- ¿Será que me olvidó? ¿Qué pasó junto a mí y no me reconoció?... – Siempre terminaba de hablar suspirando.
-¿Cuándo se fue?- Es lo único que supe decir.  Sorpresivamente, se desconcertó.
-Es que... Es que... Ya no lo sé. Han pasado tantos días. Pero él me juró que volvería por mí. Que estaríamos juntos por siempre. Y él es un hombre de palabra.- Fue entonces que mi boca se secó.
-¿A dónde fue?-
-A Alemania.
-¿Recuerda por qué?- Nuevamente el desconcierto se apoderó de su cara, y una sombra la cubrió.
-Fue... Fue en búsqueda de un futuro para ambos.-
-¿Recuerda la fecha de la última vez que supo de él?-
-El 2 de Abril.- Y mirándome de soslayo dio por terminada la conversación por ese momento. Miramos las dos el horizonte por lo que quedó de la noche. Me desperté a la mañana siguiente. Me había quedado dormida llegando la madrugada en el banco frente al mar. Y cuando miré a mi costado, ella ya no estaba.
Volví a donde me estaba quedando. Me duché, y salí nuevamente a la calle. Pasé junto al banco, pero ella no estaba. Seguí caminando por horas y horas a la orilla de aquel mar. Cuando la noche caía decidí volver. Al llegar al banco, como ustedes estarán suponiendo, ella estaba allí. Dudé un instante, pero decidí sentarme nuevamente. Esta vez ella me miró al instante; decir que me recordó sería quizás demasiado ilusorio. Esta vez fui yo la que se quedó callada, mirando el océano, mientras fumaba. Habrán pasado dos horas hasta que sus labios se movieron. En esta ocasión con más seguridad que la noche anterior.
-¿Tu sabes si han vuelto?
-¿Si han vuelto? ¿De dónde?-
-De Alemania... Ya han pasado muchos días. Pero él me dijo que volvería. Él me envió una carta a casa para decirme que estaba volviendo.
-Yo no soy de aquí... Pero podría averiguarlo, si así lo desea. ¿En qué volvía?- Sus ojos se movieron por la línea de las olas lejanas, como recordando.
-En el Carolina. Llegaría aquí el 29 de Abril, a medianoche.- Fue entonces qué me paré. Esta vez no dormiría en el banco de la calle. Me despedí diciéndole que le averiguaría si habían llegado.
Llegué a mi cuarto cansada. Abrí mi computadora personal. Busqué el buque Carolina venidero de Alemania. Encontré la información sobre él. Me quedé reflexionando. Llegado un punto, me dormí. Al otro día paseé por le pueblo y visité la biblioteca del pueblo, como tantas veces me había prometido hacer. Cuando salí ya estaba oscureciendo. Me dirigí al banco de la mujer. Ella parecía esperarme esta vez. Me senté, miré el horizonte y le entregué una hoja de papel. Ella la agarró entre sus manos. Mientras ella leía, yo mantenía mi mirada absorta en el agua.
La nota rezaba así:

29 de Abril de 1918. Naufragio del buque Caroline Night. El buque que volvía de Alemania naufragó ayer por la tarde, luego de haber caído víctima de tropas extranjeras. Ningún pasajero logró sobrevivir.

Él ha muerto. Y seguramente debe de estar esperándote. Es hora de que te reúnas con él.

Medianoche del 29 de Abril de 2002”.

Cuando volví mi vista hacía el lugar que ella ocupaba, había desaparecido. Y junto con ella la hoja que le había traído.
Cuando llegó la mañana, me encontró mirando el mar. Sola. Tranquila. Me paré y volví a buscar mis cosas para volver a mi hogar, allí me esperaban a mí y no quería hacerlos esperar.

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