lunes, 25 de enero de 2010

El inicio

Disculpe, Ud. no me conoce, pero no pude evitar acercarme al verlo sentado aquí, con su vaso de fernet a medio terminar y su mirada perdida en aquella mancha de humedad en la pared. ¿Puedo sentarme? Muchas gracias… Verá, no suelo hacer este tipo de cosas. Ya sabe: venir y encarar a un desconocido. No voy a mentirle diciendo que es el primero, pero es uno de los pocos, eso no lo dude. ¿A qué se debe todo este palabrerío? Pues que creo que usted, estimado señor, será mi próxima musa inspiradora. Sí, como usted me ha escuchado decir: Musa. Verá, soy escritora… En realidad intento serlo, pero no me dejo frustrar en mi intento. ¿Sobre qué escribo? Sobre lo que se me cruce. Soy de mente abierta en ese sentido… En los últimos años he variado entre el amor, propio y ajeno, sobre los problemas familiares, las amistades fallidas, un sinfín de sucesos cotidianos. Pero ahora es diferente, estoy buscando algo más… Intenso. Y creo que usted es la clave del éxito. No, por favor, no me mire así, le explico a qué me refiero: Hasta el momento todo lo que me ha acontecido en la vida ha sido completamente un factor ajeno, externo, independiente de lo que yo hiciera. Por ejemplo, los conflictos familiares no me incluían, pero me afectaban; los hombres me sedujeron, me amaron y decidieron por mí. Y así, formando una cadena interminable de hechos que han nutrido mis hojas. Sin embargo, hoy algo es distinto. Hoy, hace tan sólo unas horas atrás, salí de mi casa sin rumbo alguno, llegué a este bar y me pedí una cerveza para pasar el tiempo. Y lo vi a usted, señor… A usted mirando esa mancha en la pared, con su vaso de fernet a medio terminar y supe, casi de manera inmediata, que era mi salvación hecha cuerpo, que es el futuro que yo misma debo construir. Este relato se resume, estimado señor, que con usted seré yo la que lo conquiste, le muestre lo que es amar y nunca lo deje ir. Aunque en realidad, si todo fluye, le aseguro, señor, que usted no se querrá ir. Ahora bien, ¿acepta ser mi musa?