miércoles, 25 de mayo de 2011

Reflexión 26va.

Resulta raro, incluso me atrevería a decir frustrante, el estar sentada frente al teclado y no saber qué escribir. Quizás ha aumentado mi nivel de exigencia y las frases que logro hilvanar me resulta absurdas o inconexas. Tan superficial, tan superfluas me resultan algunas de las palabras que se cruzan por mi mente. Tal como un barrilete perdido en la tempestad, siento a mis emociones volar lejos de mi, sin necesidad de explayarse en una pantalla web para darse a ver.
Hoy siento una liberación que, aunque me cueste palabras, se siente mucho más placentera que la clásica amargura de saber que hay cosas no dichas, secretos ocultos entre las sábanas arrugadas de mi cama y quizás alguna otra.
Sigo adaptándome a vivir sin tapujos, sin necesidad de esconder lo que soy. Es como si mis alas hubieran vuelto a crecer y estuvieran listas para comenzar a elevarme hasta los cielos negros, alumbrados de estrellas, hasta la misma luna. Un viaje directo hasta la eternidad.

Si, realmente es molesto no saber bien qué escribir, pero tengo que entender que estoy acumulando experiencia de vida para poder enriquecer los textos venideros. Y entonces, mi palabra será más fuerte que el silencio.

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