jueves, 27 de octubre de 2011

Sincericidio

La noche te acorrala contra las cuerdas, tus sentidos se ven rodeados por miles de sensaciones estimulantes, peligrosas, que vician hasta que tu cuerpo se empieza a mover, buscando un destino, buscando un placer. Y es la adrenalina lo que corre por tus venas, dilatando tus pupilas, poniendo a punto tus piernas para empezar a andar. La atmosfera se vuelve húmeda, niebla tu visión, te incita a empezar de una vez. Y los impulsos suicidas se apoderan de tu acción, te llevan a esos rincones de tu alma que buscabas evitar hace tiempo. Te ponen de frente a una realidad que no querías ver. Con los ojos abiertos frente al paredón, las manos apoyadas en el ladrillo frío y las lágrimas cayendo por tus mejillas. Es la sombra de tu miedo quien sostiene el fusil. Te apunta justo en la base de la sien, se ríe del sudor bajo tus axilas. Pero la adrenalina sigue corriendo por tus venas, el impulso te obliga a darte vuelta, tus manos temblorosas esperan encontrar un escudo protector. Pero no hay sombra ni fusil a tus espaldas, solo el mismo ambiente de humedad y tensión, de sentidos exorbitados por una droga que impregna el aire. Estás contra las cuerdas de tu propia cordura, lejos de la sucia rutina que te protegía. Estás dentro del impulso a ver más allá, a encontrar los parajes ocultos de tu propia verdad. Estás al borde del abismo que te separa de lo que llegaste a ser y eso que siempre escondiste bajo la máscara de responsabilidad. Llegó el momento, ¿seguirás el impulso suicida de saltar?

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