jueves, 29 de marzo de 2012

Algún día

Hubo un tiempo en que vivía esperando el momento para volver atrás. Miraba el atardecer de cada día deseando que la mágica puerta del tiempo cambiara mi entorno de un instante a otro hasta hallarme nuevamente en el hogar.
Pero el tiempo pasó, las puertas nunca aparecieron y la esperanza, poco a poco, desapareció.
De vez en cuando recuerdo de nuevo esas tardes, sentada en el techo, mirando las estrellas aparecer, y pidiendo deseos de mágicos cambios que nunca sucederían. Pero el resultado siempre es el mismo, nostalgia por momentos vividos, personas queridas y lazos que ya no están. Una nostalgia que opaca el instante y lo envuelve en niebla densa y oscura.
Sin embargo, hay una luz que siempre viene a rescatarme de esa espesura. Una luz cálida y con un brillo estelar que me recuerda quién soy, de dónde vengo y por qué sucedió lo que sucedió. Es esa luz esperanzadora que me dice que algún día, lejano o no, esto llegará a su fin. Que volveré a sentirme rodeada de ese afecto inigualable de mis seres amados y me hallaré en ese lugar donde nunca, nunca me sentiré sola. Mi lugar.

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