martes, 2 de diciembre de 2014

Aquello que llaman amor

Y a pesar de que mis palabras suenan tristes, que mi mirada muestra una tormenta interior, tengo que admitir, detesto admitir, que es su sonrisa la que me ilumina de vez en cuando el rostro, cuando la muy picara aparece en algún recuerdo que creía olvidado.
El duelo se me está prolongando más de lo que quisiera, aunque salgo, aunque haga cosas para distraerme, la verdad es que como una flecha se atraviesa por mi mente su voz, sus caricias, sus besos. Y ahí una sonrisa fugaz se me escapa de los labios e ilumina mi rostro.
En esos momentos me doy cuenta del hermoso hombre que tuve a mi lado, más allá del dolor que me dejó, su recuerdo logra arrancarme momentos felices a través del tiempo y del espacio.
Es que no les puedo explicar, no tengo palabras que describan el sentimiento que me embargaba al estar entre sus brazos, al charlar por whatapp, al verlo caminar hacia mí. Es que toda esa alegría ha sido tanta que tengo una cuenta corriente con mucho saldo a favor acumulado. No sé cómo lo hizo, pero logró que, cuando estoy triste, su recuerdo me anime. Y es que su brillo tapa el de cualquier estrella y hasta el mismo sol.
Ese hombre, por todos los dioses, es lo mejor que me pasó en la vida. Ese hombre me ayudó a recordar lo que es el amor.

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