lunes, 15 de mayo de 2017

Una semilla

La mañana fresca chocó contra mi rostro sin piedad. Miraba el reloj haciendo cuentas rápidas de los minutos que me quedaban. Caminé deprisa por las calles del barrio, dándome cuenta a cada paso que ese día era aquel que estaba esperando hacia días, semanas incluso.
El día en que un pensamiento arribaría a mi mente y se instalaría allí como una semilla que se aferra a una primavera tardía. Levanté mi cara y mis ojos se transportaron más allá del plano de esta realidad. Vieron mi vida, otras formas de mi vida que podrían haber sido.
Volví a la calle que caminaba, al tiempo que transcurría, pensando qué podía hacer para recuperar el camino, para dejar de sentirme una caminante por inercia para ser una hacedora de senderos nuevos. Y la semilla estalló en un remolino de verdes tallos con radicales ideas como flores. Había llegado el día irremediable en que ya nada podría evitar que fuese aquella persona que tanto anhelé ser: libre de toda cadena, libre de mi sombra, libre por fin.

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