lunes, 16 de agosto de 2010

Reflexión 22va.

Es curioso cómo podemos cambiar de un momento a otro. Si, así de llano. Particularmente me he dado cuenta que he sido muchas mujeres en una sola, diferente según quién me volviera loca en el momento. He sido una niña dulce, tierna, tranquila; una pendeja extrovertida y bastante cara-rota… He sido una yegua sin ningún tipo de inhibición ante diferentes experiencias. Una adolescente sin tapujos, con libertad absoluta. Una rollinga copada. Una joven profesional, que busca estabilidad en su futuro.
He sido varias que ya casi no recuerdo cuál de todas ellas fue la más genuina. Y ahora, sentada frente a mi notebook, fumando tranquilamente uno de mis camel, escuchando héroes del silencio, a medio vestir para dormir me reconozco en el aire que respiro, en el vibrar de la música en mis oídos, en estas palabras que escribo. Caigo en la cuenta que me adapté a lo que cada hombre esperó de mí, ellos conocieron a alguien que querían conocer. Ninguno de ellos, creo yo, ha podido desnudarme el alma. Ninguno ha llegado a saber qué carajo es lo que pasaba por mi cabeza. Pocos han sabido del escalofrío que recorre mi espalda cuando un beso estuvo bien dado; mucho menos han llegado a saber que me he pasado la noche en vela pensando en las pocas horas que faltaban para volver a verlos.
Sólo hubo una vez que me animé a ser franca en tal sentido. No me fue muy bien en ese caso tampoco. Y todo esto se me está pasando por la cabeza a raíz de un simple interrogante: ¿Será que porque nunca me dejé ser tal como soy, todos mis rayes unos tras de otro que no he logrado (según parece) enamorarlos?
Es una pregunta rara, lo sé… Pero me extraña a mi misma saberme reservada en realidad.

No hay comentarios: