sábado, 17 de enero de 2009

Fragmentos

El futuro se hace presente en un mar de cenizas, hoy la vida se convierte en un paisaje de irrealidad, guerreros perdidos en el espacio buscan sus espadas ocultas entre las ruinas. Un mundo que no es conocido, ausente de piedad, muestra oscuros pasajes de una historia que no guarda un final.
Hoy una vida pasada se hace carne en un presente ideal, viejos rencores se convierten en amor, y antiguos lazos de amistad se vuelven traición.

Tengo miedo. Tengo tanto miedo a mi futuro. Sé que no debiera ser así, pero no puedo evitarlo. La incertidumbre me mata. Necesito algo de lo que aferrarme, pero no lo hay. No encuentro nada en este fluido en el que se ha convertido mi presente. Todo blando, líquido, incierto. La estabilidad se volvió algo con pocas probabilidades de aparición. No sé que esperar, si un día un gesto me hace tener fe en esto, y al otro, todo se pierde en un instante. No sé que es lo que puedo esperar de mi destino, todo puede pasar, y eso es lo que me llega a aterrar.

Luces. De todos lados hay luces alumbrando un mismo lugar. Un circulo de colores mezclados intentan sobresaltar algo del resto. En ese punto supuestamente hay algo que vale la pena mirar. Cambian los colores, las luces se mueven alrededor como queriendo atrapar las miradas y atraerlas, para terminar su recorrido en el mismo punto. Sin embargo, no hay nada. El sitio donde todas las luces se conjugan está vacío. No hay una persona, ni un animal extraño, ni una roca con forma de pterodáctilo, tampoco un árbol que tiene ramas sin hojas, y raíces con hojas.
Pero no. No se ve nada interesante. Los que por un momento se detienen a ver qué es lo que las luces enfocan, terminan yéndose fastidiados y sintiéndose engañados. Sin embargo, las luces siguen enfocando.

Una espada oxidada descansa sobre una roca. Su color, antes brillante de plata, ahora es de cobre opaco. Luego de haber servido a tantas batallas, siendo fiel a la mano del amo, se halla allí: tirada, inútil.
Su hoja ya no tiene filo, su empuñadura es aspera. Muchos la dejarían ahí, donde se encuentra por inservible. Nadie valora ya sus años de lucha, a nadie interesa que ha vencido a grandes enemigos ni que ha sido levantada para declarar que ha vuelto la paz. Simplemente tirada sobre esa roca, se oxida lentamente, cuando el agua corroe su fina hoja que alguna vez fue símbolo del honor.


Estos son, justamente, fragmentos de textos que he encontrado por ahí. Nunca los publiqué antes. Pero sería una lástima que quedaran ocultos en las tinieblas de mi computadora. Hay un par que me gustaría retomar en un futuro, para escribir una historia.

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