domingo, 25 de enero de 2009

Reflexión 9na.

Anoche no podía dormir. Serían las 4 am cuando miré mi reloj sin contar la hora y me di cuenta que era en vano intentar volver al mundo de los sueños en ese momento. Así que me levanté. Prendí mi computadora por inercia y fui en busca de un vaso de coca para calmar mi sed. Fue entonces cuando, frente a mi computadora, anduve releyendo viejos textos que me debían de un blog. Entre historias personales y relatos de momentos buenos, momentos malos, desmomentos, encontré pensamientos con los cuales me sentí altamente identificada, uno de ellos, era una definición prácticamente:

"No es el corazón el que interviene en los intrincados caminos de los sentimientos, es el cerebro. Esa masa gris de aspecto monstruoso que gobierna los actos. Claro, que no sería tan poético, ni suena a título de bolero: Te llevo en el cerebro, o Abro mi cerebro a tu amor.
El corazón tiene mucho más marketing en la poética amorosa que los lóbulos cerebrales, pero al fin y al cabo creo que el amor es un sistema de pensamientos y conceptos fundados en una persona que genera la idea de que lo amamos.
La idea del amor nos pertenece, nos tortura, nos ensalza o nos debilita, la idea de amar a alguien nos guía, o simplemente nos enloquece."(1)
El otro, era más una verdad absoluta:
"El amor callado, el amor de los gestos, de las miradas, del contacto. El amor que no necesita decirse porque se escucha en el silencio
¿No es mejor sentir que alguien te ama sin necesidad de escuchar verbalizado el sentimiento? No es mejor que estar diciendo te quiero, te amo, sólo para escuchar un: yo también, que a veces sólo se dice como respuesta automática, porque se sabe que el otro espera el yo también. Cómo un acto reflejo, como cuando te golpean la rodilla y la pierna se levanta. Dando síntoma de buena salud. La buena salud del amor. Digo te amo, vos respondés, yo también. Te amo, yo también. A veces necesitamos engañarnos con palabras, porque en el silencio se arman verdaderas manifestaciones donde gritan sin piedad las verdades que no quisiéramos escuchar. Te amo, yo también, yo también, yo también. ¿Yo también te amo?"(2)
Y es aquí donde me detengo. En estas palabras tan ciertas, por lo menos para mí, que absorven los pensamientos de quién las lee. Porque es verídico que los sentimientos más puros, se transmiten por otros medios además de las palabras. Por las miradas, los besos, los abrazos, los silencios. Y esos son los más bellos: los silencios. Aquellos que en la oscuridad, cuando los sentidos se encuentran adormecidos, se hacen sentir en el aire, en el cuerpo, en el corazón. Son momentos en que el todo pierde sentido en la nada. Y el amor. Rey de los sentimietos. Cuando el amor es silencio, se hace eterno.

Me detengo aquí, porque realmente, ya lo dijo todo Malizia en su texto.

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