sábado, 18 de octubre de 2014

Amores eternos

Muchos dirán que mi vida ha sido muy corta para hablar de este tipo de cosas, pero se sorprenderían de lo largo que ha sido el camino que recorrí hasta llegar acá.
Y en ese camino me he cruzado con mucha gente que me ayudó a avanzar o me puso piedras en el camino para hacerme caer. Sin embargo, aquí estoy y aquí he de decir que de esas personas aprendí muchas cosas a lo largo de mi travesía.
Y entre esas cosas fue que conocí tres tipos de amor diferentes. En realidad, aprendí que ningún amor es igual a otro, que hay amores que te marcan y otros que son sólo una ilusión óptica.
Pues el primer amor que conocí es, afortunadamente, el más puro de todos. Un amor que se alimentaba de la compañía mutua, del remar a la par, de estar siempre el uno para el otro. Él me enseñó que la diferencia de edad no significa nada, me enseñó que no había motivos por los cuales rendirse en la vida, que siempre hay una luz que brilla en mi interior y me ilumina aún cuando todas las otras luces se apagaron. Él me enseñó que la distancia no es nada cuando dos personas se aman de verdad, y que aún desde lejos su amor me podía cuidar y me guardaba en las noches de angustia. Me enseñó lo que es recibir el amor más grande que este universo ha visto jamás.
Luego conocí un hombre que logró obsesionarme. Que me quitó de la guarda por el amado ausente y me tiró a la rueda del destino. Este hombre me hizo quererlo hasta la humillación, jugó con mi alma y mi cuerpo como quiso. Él me enseñó lo que es la ilusión y cómo podía hacerla pedazos. Algunos dirán que eso no es un tipo de amor, pero puedo asegurarles que la ilusión de amor es una de las caras del corazón. Con él perdí la noción de dignidad y me dejé pisotear hasta las última consecuencias. Él me enseñó a distinguir la obsesión del verdadero amor.
Y cuando, luego de eso, creí haber logrado guardar mi corazón en un lugar seguro... Cuando creí que ya nada ni nadie volvería a hacerlo brillar, encontré una nueva cara del amor. Luego de mucha resistencia, mi corazón rindió sus tropas a su reino de enseñanzas, donde aprendí que no hace falta recibir nada para amar a alguien, donde la entrega absoluta me hacía brillar tanto y más que la entrega del otro. Cuando mi felicidad se engrandecía al ver la felicidad de mi amado. Entendí que la felicidad que construye uno mismo puede encontrar un complemento con la felicidad del otro., Y ahí fue donde finalmente perdí. Este amor es el más extraño de sentir, porque se alimenta simplemente de la existencia del ser amado, de verlo feliz y del deseo de guardar su felicidad a toda costa. Entendí de una vez que yo no era feliz gracias a él, pero que él me hacía mucho más feliz al estar junto a mí, compartiendo su vida y su propia felicidad conmigo. Y este amor, gente, es el más bello que una persona puede sentir, porque resiste cualquier obstáculo, resiste el dolor, resiste cualquier tormenta con tal de ver al ser amado feliz. Y con estas características es que es el amor más difícil de olvidar, el amor eterno que no se alimenta del recuerdo sino de la luz que emana el ser amado. Y es ese brillo el que alimenta el amor. Y mientras ese brillo exista, nada más importa.

Así es que, en mi corta vida, he recorrido un largo camino, y he conocido a muchas personas. Y ahora he aprendido a brillar con fuerza, porque he tenido la dicha de conocer el amor más tierno que jamás podré perder, aunque él no esté junto a mi, siempre querré ser esa mujer que viva su vida junto a él.

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