viernes, 3 de octubre de 2014

De amores y otros vicios


He encontrado un vicio que no puedo abandonar. Y eso que en mi vida he fumado, he bebido, he jugado largas horas frente a la computadora. He tenido el vicio de dormir hasta tarde, de dormir sobre la mesa en el verano, de jugar con la sopa de fideos con forma de letras.
Pero todos y cada uno de esos vicios he tenido que dejar, o al menos regular. Ya sea por convención social o por simple necesidad física.
Sin embargo, ha aparecido un vicio el cual no puedo controlar. Cada vez que aparece sólo quiero más y más, y cuando se aleja me hace esperar con ansias hasta que pueda volver a viciar.
Y si, estoy hablando de tu piel, de tu risa, de tus caricias. Estoy hablando de tus rescates virtuales de monstruos que me matan con un golpe, de tu compañía mientras estudio, de tus cenas sorpresa (aunque a veces las arruine) y de tu simple compañía, en la noche o en el día, escuchando música, o jugando con tu note mientras leo. 
Es que te has convertido en el vicio más saludable que he tenido, y no encuentro un sólo motivo para dejarte. Te tomaste el lugar predilecto en mi vida y ahí estoy yo, alrededor esperando otro instante en el cual viciar. Compartir ese instante contigo que es tan placentero como pocas cosas en la vida.
Es verdad, sos mi vicio, pero no sos uno más, sos el vicio que más me hace brillar.

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