sábado, 18 de julio de 2009

Y por fin amaneció

Me acuerdo de ese día. Mierda que aún me acuerdo. Pensé que lo había olvidado, entre tantas idas y venidas, tantos días que pasaron, tantas noches perdidas entre tantas manos que no sé donde esconder. Creí realmente que ya no dolía, me autoconvencí de que nada importaba, de que no tenían sentido aquellos latidos, aquellas cosquillas. De que nada de todo eso era real, sólo producto de un invento de esta cabeza que tanto me atormenta. Quise convencerme a mí misma de que todo esto fue resultado de escuchar demasiado tiempo amar y envejecer, de noches enteras traumándome con duda, y tantas otras canciones.
Me dije una y otra vez que todo esto lo busqué, lo quise hacer cómo lo hice, pero me doy cuenta hoy, como tantos ayer, que esto no puedo haberlo querido así. O sí, quizás soy lo suficientemente masoquista como para autotorturarme. Aunque hay una tercera opción, que todo esto sea una combinación de las dos anteriores.
Y termino cayendo (siempre cayendo brusca y fuertemente) en la cuenta de que todavía me duelen los recuerdos, malditos recuerdos que me llenan de dudas que no me dejan en paz. Y estos pedazitos de felicidad perdidos en mi mente son una mala combinación cuando se mezclan con los temas que los ambientaron, porque mi piel revive esos momentos con demasiada memoria, y ahí es cuando me matan. Me clavan dagas en la espalda, porque me demuestran que sólo son eso: recuerdos, ilusiones del ayer que nada tienen que ver con la realidad de hoy.
Y entre tantas lágrimas, tanta realidad, no me queda otra que terminar admitiendo, como lo dije aquella primera vez, que tal vez no tengamos más noches, y tal vez no seas tú el hombre de mi vida...


1 comentario:

Café (con tostadas) dijo...

TREMENNNNNNDO tema!


a mi me trae recuerdos divertidos, por suerte...